69. El embarazo

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Durante el trayecto desde allí hasta la torre, Mágnum no abrió la boca para nada, a pesar de las preguntas directas del condesito.

Cuando llegó ante su abuela, esta tenía cara de perros y se paseaba de un lado a otro del despacho frotándose la barbilla.

Mágnum la miró antes de abandonar la estancia, ella le devolvió una mirada afirmativa y el mayordomo salió silenciosamente cerrando la puerta tras él, dejándolos solos.

—Tage se ha ido a Estocolmo. Va a denunciarte por lo de anoche —dijo ella, sin andarse con rodeos, como solía hacer.

—¿Y qué? —preguntó, ignorando las consecuencias.

—¿Y qué? Pues que tendrás que ir a juicio, tendrás antecedentes por maltrato...

—Ya tengo antecedentes —la interrumpió él, sin importarle demasiado manchar su nombre—: Resistencia a la autoridad, robo, alteración del orden... ¿No te acuerdas?

—Pues por eso, porque ya tienes antecedentes te será más difícil defenderte. Tendré que contratar un buen abogado porque Maríe esta incapacitada para hacer de fiscal cuando su marido es la víctima.

—¿Y qué me puede pasar? ¿Qué me pongan una orden de alejamiento? ¿Qué me hagan pagar una multa? Me da igual.

—Pues a mí no me da igual. Te recuerdo que estamos en números rojos. No tenemos credibilidad ante los bancos, ni avales, ni prestamistas dispuestos a financiarnos —En su voz se notaba una desesperación que iba en aumento.

—Tú sabes más que yo de estas cosas —dijo él, suavizando el tono—. Puedes conseguir dinero vendiendo los coches y motos que nadie utiliza, por ejemplo. Pero no necesito ningún abogado. Le di una paliza y se la volvería a dar. Si tengo que pagar por ello pues pagaré, pero ya me las ingeniaré yo para sacar el dinero. Tú preocúpate de reflotar tu condado... empezando por anular las tarjetas de Tage vinculadas a tu cuenta.

—No puedo hacer eso. No es mi dinero. Es el dinero del condado y el conde tiene derecho a disponer de él.

—Bueno, pues entonces haz una transferencia por lo que quede a una cuenta privada tuya.

—Eso es robar.

—¿Y qué? ¿No te ha robado más él? Seguro que no tienes ningún problema para inventarte una factura falsa para justificar la transferencia. Parece mentira que no se te haya ocurrido antes, ¡caramba! ¿De qué narices habláis todos los días en el salón de la Tv? ¿Por qué no planteáis estas cosas?

—El salón de la Tv es para relajarnos, mis problemas financieros se quedan en este despacho.

—Pues tal y como están las cosas no es buen momento para relajarse. Te lo dije una vez y te lo digo otra. Tienes mucha gente ociosa en esta casa que podrían hacer el trabajo que desempeñan ciertos empleados sin que te costara una corona.

—¿Me sugieres que despida a gente?

—Por ejemplo. Sería una manera de ahorrarte sueldos y recortar gastos.

—¿Y si resulta que despido a alguna de tus amiguitas?

Rüdiguer se la quedó mirando seriamente. No había pensado en eso. La vieja se percató de lo que pasaba por su cabeza. Tenía un rostro muy expresivo y pocas cosas podía ocultarle.

—Hagamos una lista —sugirió, tras pensar un rato—. Porque tengo entendido que no soy el único que tiene amiguitos por aquí dentro...

—¿Qué quieres decir?

ETHEL, El heredero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora