Estando allí, vieron llegar apresuradamente, entrando a trompicones por la misma puerta por la que ellos habían entrado tranquilamente, al Duque de Halleforgs y su hijo, Fredrick, el chico que casi se les ahoga en la piscina durante la fiesta paralela de investidura. Al parecer los fotógrafos los estaban esperando a ellos y los habían seguido hasta allí, donde un guardia de seguridad les había impedido el paso. Venían acompañados de una joven y atractiva abogada que al ver a Maríe se acercó a saludarla. Al parecer se conocían de la facultad. Estuvieron hablando de Oskar, del trabajo, del novio de la abogada... Mientras tanto la condesa se encargó de saludar al Duque, muy cumplidora ella pero muy desinteresado él. Y claro, Fredrick se sentó aburrido junto a Rüdiguer, que estaba en el mismo plan y se puso a hablarle como si se conocieran de toda la vida.
—¿Qué pasa, tío? ¿Qué haces aquí? —le dijo, dándole una palmada en los hombros amistosamente—. ¿Qué has hecho ahora?
Tenía gracia que le preguntara aquello cuando, según él había leído en las revistas que consiguió Leo en Koppaberg, era Fredrick quien no paraba de meterse en líos.
—Mi madrastra —dijo desganado— Que ahora quiere mi custodia.
Al oír aquello Fredrick se echó a reír sonoramente, dándole más palmaditas en el hombro a Rüdiguer.
—¡Qué bueno! ¿Ahora se acuerda de ti? —Y, bajando un poco el tono de voz para que los demás no pudieran oírlo, le dijo casi al oído—. Eso es que quiere tenerte cerca para ver si le echas un buen polvo, ahora que ya estás crecidito —Y continuó riéndose.
Mirándolo así hasta a Rüdiguer le hacía gracia. No conocía a su madrastra, pero sabía que su padre le sacaba diez años de diferencia, por lo tanto tendría unos treinta largos, casi cuarenta, y podría ser una madurita interesante. Pero sólo de imaginársela detrás de él para echar un polvo le parecía de lo más grotesco.
Fredrick era un salido, sus únicos temas de conversación eran el sexo y el motor. De ahí no había quien lo sacase. Estuvieron haciendo unas cuantas bromas sobre la madrastra, sin que llegaran a oídos de los demás, claro, y luego Fredrick le contó que él estaba allí porque había intentado robarle el coche a uno de los amigos de su padre sin tener ni pajotera idea de cómo hacerlo, sólo para fastidiar. Claro, el coche en cuestión valía una pasta y el amigo del padre les había puesto una denuncia, más que nada porque, con la persecución el coche acabó en el fondo de un lago, hecho mierda. Pero él no parecía preocupado por el tema, era como si ya estuviese acostumbrado a pisar el juzgado. Su padre pagaría la multa correspondiente y a rodar.
A pesar de su falta de tacto y de su ritmo de vida de desenfreno y descontrol, Fredrick le cayó bien. Le hablaba con franqueza y sin parsimonias, como a él le gustaba y en cierto modo se sintió un poco identificado con él puesto que tampoco paraba de meterse en jaleos aunque este los buscase premeditadamente para llamar la atención, y él no.
Llamaron primero a la comitiva del Duque de Halleforgs a la sala número dos y tuvieron que despedirse hasta la próxima fiesta, si no coincidían antes otra vez allí, dijeron bromeando. Enseguida los llamaron a ellos a la sala número uno, que acababa de vaciarse de gente.
Ni Ulf, ni Pollack asistieron al juicio. En su lugar dieron poderes a su abogado para que los representase. Eso decepcionó un poco a Rüdiguer porque, gracias a los comentarios graciosillos y subidos de tono de Fredrick, ahora tenía interés en saber cómo era su madrastra. Pero no le importó demasiado. El juicio transcurrió con normalidad, sin sorpresas, por lo que salieron victoriosos y Pollack se quedaba sin custodia. En realidad todos los hilos los había movido Ulf, seguramente Pollack estuviera por ahí tumbada a la bartola en la sauna de alguna pista de esquí ajena a todo el asunto.
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ETHEL, El heredero.
Teen FictionRüdiguer es reclamado por su abuela como heredero de un condado que detesta, pues será la diana humana de los enemigos de su familia, que ya se han cargado a todos sus antecesores. Así que tratará de hacer todo lo posible, por las buenas o por las m...