89. Zombi

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El doctor no recomendó ingresarlo en el hospital porque aquello podría ir para largo. Creyó más oportuno que estuviera rodeado de su familia porque lo que necesitaba eran estímulos emocionales que le hicieran reaccionar. De momento era como un muñeco a tamaño natural. Sumido en una total pasividad. La mirada perdida todo el tiempo, lo vestían, lo lavaban, lo ponían en una silla de ruedas para sacarlo a pasear, le daban de comer cosas ligeras que no hiciera falta masticar porque no lo haría tampoco. No reaccionaba ante la visita de nadie. Ni de Fredrick, ni de Dolph, ni de Steph. Su prima Inna se entretenía con su larga melena, peinándosela, poniéndole mascarillas nutritivas, recortándole las puntas, practicando lo que había aprendido en el curso de peluquería y estética. Y él no reaccionaba ni para bien ni para mal. Probaron a insultarle. Su abuela, que tan fácilmente lo alteraba, se metió con él y con la españolita para hacerle enfurecer, pero él siguió pasivo total. Lo único que hacía era respirar, siempre al mismo ritmo, inalterable,y de vez en cuando parpadeaba, eso sí.

Y el curso empezó sin él. Y la casa se quedaba vacía cuando sus primas estaban estudiando. Y en la facultad sus compañeros y profesores lo echaban de menos. Y a Fredrick le preguntaban por él los pivones despampanantes que le presentaban en las fiestas a las que acudía.Hasta el rey se molestó en ordenar que enviaran una carta preguntando por su salud. Pero él seguía con su pasividad. Le administraron un montón de medicamentos para ver si lo espabilaban. Antidepresivos, estimulantes, etc, pero no había manera. A finales de septiembre ya consiguieron que comiera y fuera al servicio por sí solo, arrastrando los pies, por supuesto, y a una velocidad súper ralentizada. Estaba en los huesos. Sus músculos se habían vuelto fláccidos. Su cara estaba consumida, parecía una calavera, su pelo no lograba mostrar el brillo de antaño por más mascarillas y tratamientos innovadores que le pusiera Inna en un intento de mejorar su apariencia. Dolph fue despedido porque en aquel estado de zombiedad sus servicios eran innecesarios y era un sueldo que se ahorraba su abuela, que tenía que recortar gastos para poder devolverles el dinero a los padres de Fredrick.

A finales de Octubre, gracias a los medicamentos, consiguieron que saliera a pasear por su cuenta. Recobró un poco de autonomía. Era como si fuese autista. Deambulaba por los pasillos de la mansión a su paso lento, la cabeza baja y la mirada fija en el suelo, sin ver a nadie, sin saludar a nadie, sin hablar con nadie. Si alguien le hablaba, levantaba la vista para mirarlo pero nunca contestaba y su mirada no reflejaba el más mínimo cambio. En su habitación se pasaba las horas viendo la tele. Programas tontos y estúpidos que en otro tiempo hubiese aborrecido. Ni siquiera se interesaba por la lectura, que siempre le había gustado. Nunca bajaba al comedor,siempre le traían la comida a su habitación, y Cornelia intentaba animarlo con sus chistes y bromas pero verlo en aquel estado, sin reaccionar ante nada, hacía que se pusiera a llorar nada más cerrar su puerta, de regreso a la cocina.


Para él aquellos días eran una laguna de aceite en la que se bañaba permanentemente. Todo le resbalaba. Todos eran sus enemigos. Lo habían engatusado y entretenido para que se quedara allí con ellos todos aquellos años, distrayéndolo de su objetivo principal: Volver a España. Asignándole obligaciones y tareas que él se esforzó en cumplir para obtener su recompensa: Volver a España. Levantando un condado destinado al fracaso para que llegado el momento pudiera dejarlo todo en buenas manos y volver a España. Pero siempre había algo o alguien que se lo impedía. Habían transcurrido los cinco años que se dieron de plazo y él no había podido ir a buscarla,pero albergaba la esperanza de que Jowy cumpliera su parte del trato,o su amenaza, y viniera a pegarle aquellas dos ostias que le había jurado.

Se pasaba las horas muertas mirando por la ventana. O sentado en los escalones de la entrada principal. Esperando verla entrar en cualquier momento. Cada coche que venía, bajaba ansioso por si en su interior estaba ella. Era el único momento en que parecía que corría, en que parecía revivir. Al ver que era visita para su abuela o gente que no le importaba lo más mínimo, volvía a su estado de zombiedad, insultando con su actitud indiferente a la visita en cuestión.

ETHEL, El heredero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora