49. El padrino

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Cuando eran las once, y prácticamente la totalidad de los invitados ya estaban presentes en el jardín exterior de la casa, rodeando la carpa que habían construido para la ceremonia y disfrutando de sus copas y canapés, apareció él con su ganado, atravesando el jardín y sembrándolo de cagarrutas de oveja.

Los invitados se sorprendieron y se asquearon. Todos ellos tan elegantes y él tan desastrado, con aquellas ropas viejas y rotas que se ponía para pastorear. Lo hizo a propósito. Venía de la poza y quedaba por la parte trasera de la casa, podría haber dejado al rebaño sin que nadie lo viera, pero no, tenía que dar la nota y amargarle la fiesta a su abuela, así que pegó un rodeo por el bosque y apareció por la parte delantera de la casa, para asquear al personal con su rebaño,que pasó por entre los invitados, provocando grititos de horror entre algunas señoras remilgadas que no les gustaba el roce de la lana de sus ovejas contra sus faldas aterciopeladas o sus vestidos de gasa. Otros se apartaban de los animales como si de la peste se tratara, por si alguna garrapata osaba saltar de su lomo y meterse por debajo del camal de sus pantalones.

Él,en el fondo, se moría de vergüenza, pero como se escondía en su disfraz y no miraba a nadie a la cara, sino que tenía la vista clavada en el suelo todo el rato, pues pudo soportarlo bastante bien.Lo que sea en tal de fastidiar a su abuela. Si tenía que pasar vergüenza pues la pasaba, porque sabía que su abuela la estaría pasando más todavía.

Le dio tiempo de sobra a guardar su rebaño y darse una ducha. Cuando ya estaba disfrazado, con aquel traje elegante que le habían hecho a medida, apareció su prima Inna con un bote de laca en las manos.

—Déjame que te arregle esas pelambreras un poco, anda —le dijo muy dispuesta a hacerlo.

—No,no. Deja mis pelambreras —rehusó él, apartándole el bote.

—Pero si no se te ve la cara con ese flequillo. ¿No te molesta para comer?

—Tú déjame mi flequillo en la cara, que si quiero ver algo ya me lo apartaré yo —contestó, guardando las distancias con su prima, por si acaso.

—¿Tampoco te vas a afeitar? —preguntó, un poco decepcionada.

—No.¿Por qué? —Que le sabía mal que su prima se pusiera triste.

—Estás mucho más guapo sin barba... y sin ese flequillo —aclaró la chica.

—Ya,pues es que de eso se trata —explicó—. No quiero que los fotógrafos me retraten con mi cara de verdad porque pienso salir de aquí algún día y no me gustaría que la gente me reconociese por la calle. ¿Sabes?

—Ah,vale —asintió ella, un poco más animada—. Lo que pasa en realidad es que tienes miedo de que la abuela te busque una novia,¿No?

—Pues también —admitió pensando en ello—. Así que... déjame bien feo. Y que conste que me he duchado y hasta me he puesto colonia para que Marie no se tenga que casar con una pinza en la nariz —añadió,intentando aparentar seriedad sin conseguirlo.

Inna se partía con sus ideas. Le tenía mucho aprecio a pesar de todo lo que había pasado últimamente, a pesar de sus altibajos y su inestabilidad emocional. Era su favorito y no soportaba verlo triste, ni apagado, pero a veces no podía ayudarlo y eso le dolía.

Bueno,después de reírse un rato llamaron a la habitación de Marie para ver si ya estaba lista. La chica estaba hecha un manojo de nervios.Con ella estaba su madre, casi llorando de la emoción al verla vestida de novia. Su abuela no estaba, ya había bajado para atender a los invitados.

—¿Dónde te habías metido toda la mañana? —gritó Marie histérica.

—Estas muy guapa —dijo, ignorando la pregunta—. ¿Bajamos? —No tenía sentido ponerse a dar explicaciones, ni a discutir con ella en aquellos momentos.

ETHEL, El heredero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora