Aunquetodos los días pensaba en ella, hacía tiempo que no leía su diariosecreto y, en lugar de estudiar un poco, como no podía concentrarseteniéndola en la cabeza, pues decidió pegarle una ojeada, aunsabiendo que acabaría llorando al echarla de menos. Pero, para susorpresa, no tenía ganas de llorar aquella vez. La impotencia que legeneraba la situación en la casa le impulsaba a querer desahogarsede otra manera.
Secretamentese había estado entrenando para defenderse en una pelea pero, cayóen la cuenta de que nunca se había llegado a pelear con nadie. Se leocurrió que Tage era un buen candidato para probar sus puños. Erael momento de poner en práctica la teoría, de probar todas aquellasllaves y patadas que había practicado contra un saco en suhabitación. Así que empezó a pensar donde estaría aquel engreídoa aquellas horas. Probablemente en el salón de la Tv tomando el cafécon ellas. Decidió esperar hasta después de la cena. Él cenabamás tarde, con los empleados, pero las tertulias del salón de la TVsolían alargarse hasta bastante tarde, le daba tiempo de sobra.
Cuandoterminó de cenar, se instaló en las escaleras que subían a labuhardilla, sin perder de vista la puerta del salón de la Tv. Lasprimeras en abandonarlo fueron Ingrid y sus hijas pequeñas, que seacostaban más pronto. Permaneció oculto porque la idea era seguir aTage hasta un lugar donde no lo viera nadie, porque suponía que nose iría del brazo de Maríe, juntitos, hasta su habitación, antesvisitaría a la empleada del mes para encamarse un ratito con ella.
Efectivamente,después de que salieran Mika e Inna, Tage salió inmediatamentedetrás, a tiempo para poder seguir el movimiento sinuoso de susculitos inocentes mientras se alejaban hacia el ascensor. Él encambio, esperó a que se fueran para bajar por las escaleras hacia laplanta baja.
Rüdiguersalió de su escondite y lo siguió lo más sigilosamente que susdeportivas le permitieron. Nunca había buscado pelea, no sabía cómoprovocarlo. Pero el solo recuerdo del cuerpo en bañador de su prima,todo amoratado, le daba el coraje suficiente como para partirle lacara sin más, sin mediar palabra alguna. Aun así, y como no lastenía todas consigo, decidió coger un paraguas del paragüero de laplanta baja, por si resultaba un adversario más fuerte de lo queimaginaba.
Tagese deslizó, mirando a un lado y a otro, hacia el jardín interior,en el patio de la torre. Rüdiguer lo siguió. Aquel era el lugarperfecto. Oscuro, silencioso, aunque tal vez con demasiadas ventanas,pero no se podía tener todo. Tenía que alcanzarlo antes de que sereuniera con su amante, fuese quien fuese. Pero Tage pasó de largoel jardín y se metió en las cuadras, donde todavía había luz.Rüdiguer se quedó en la puerta, observando escondido. Allí estabaNovalie, terminando de peinar a Culebras, su yegua favorita,entregada a su faena, ajena a la visita que estaba a su espalda. Tagehabía entrado en silencio y la observaba con la cabeza ladeada y losdedos pulgares en los bolsillos. A Rüdiguer de pronto se le encendióla lucecita. Pero tan pronto como se le hubo ocurrido, Tage pasó ala acción. Sorprendió a Novalie por la espalda y la tiró al suelo de cara, poniéndose él encima mientras la chica gritaba cuando conseguíaseparar la boca del suelo lleno de paja, barro y otras cosas.
—Venaquí putita —decía Tage durante el forcejeo—. Si colaboras todoserá más fácil.
Rüdiguerno pudo contenerse más y entró en acción cuando Tage intentabaarrancarle los pantalones a Novalie. Sin mediar palabra le arreó conel paraguas en toda la cabeza, de lado, pero con todas sus fuerzas,aprovechando el factor sorpresa. El paraguas se rompió por la mitad.Tage cayó al suelo, de espaldas, y se llevó las manos a la caraensangrentada, mirando atónito de donde había venido el golpe.Cuando vio a Rüdiguer, que lo esperaba, resoplando como un torocuando se lanza a por el torero, se enfureció como una bestiasalvaje.
Novalie,asustada, sin saber qué pasaba, salió pitando de allí, dejándolossolos. O eso creían ellos, porque en realidad fue a buscar ayudapara que alguien los separara antes de que uno de los dos acabasemuerto, ante el odio que veía en sus miradas.

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ETHEL, El heredero.
Teen FictionRüdiguer es reclamado por su abuela como heredero de un condado que detesta, pues será la diana humana de los enemigos de su familia, que ya se han cargado a todos sus antecesores. Así que tratará de hacer todo lo posible, por las buenas o por las m...