116. Lulú

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Bueno, llegaron al palco, que no era muy grande, lo suficiente como para meter una cama de noventa y un montón de cojines, todo de terciopelo rojo, hasta las paredes. Nunca le gustó ese tipo de tela,es la que mejor disimula las manchas de sangre. Desde el balcón se veía todo el escenario y los sofás de abajo, donde retozaban algunas parejas que ofrecían algo sencillo, y donde se exhibían las fulanas sin compañía para captar clientes. Se sentó en una silla tapizada a juego con el resto del local, que se suponía que servía para dejar la ropa, y apoyó los brazos en la barandilla para mirar más cómodamente.

—¿Te importa que me quite los zapatos? Es que me están matando —le dijo su acompañante sentándose en la cama—. Por cierto, me llamó Lulú—Y le tendió la mano.

—Encantado. Yo Sebastián —Mintió, mientras estrechaba delicadamente su mano.Era el primer nombre que le vino a la cabeza—. Ponte cómoda,túmbate si quieres, no tengas vergüenza —dijo sonriendo.

—Te voy a hacer caso. Pero no seas cabrón y avísame cuando acabe el show si me he dormido, ¿eh? —le advirtió, deshaciéndose el moño para apoyar la cabeza en el almohadón.

—Descuida—contestó él amablemente.

Enseguida apareció Jowy por el escenario y todo lo demás dejó de existir para él. Llevaba un vestido rojo de lentejuelas que, sin ser excesivamente ceñido, resaltaba toda su belleza, revelándole curvas que antes no existían. Andaba subida a unos tacones que estilizaban aún más su esbelta figura, resaltando sus piernas perfectas desde mitad del muslo. Desde aquella perspectiva, de su escote sugerente se podían adivinar unos pechos algo más abultados que los que él recordaba. Sin duda había ganado mucho con el paso de los años.Aunque seguramente la mayoría de aquel efecto voluminoso lo produciría un buen sujetador con relleno, pero el impacto visual era espectacular. Se había recogido un poco el pelo dejando la nuca despejada, con algunos rizos colgando por los lados, dando un toque travieso al peinado. De sus orejas colgaban unos largos pendientes plateados de figuritas bailarinas de diferentes formas. Apenas llevaba maquillaje, su piel morena no lo requería, pero sí se había maquillado las pestañas largas y rizadas, dándole todo el protagonismo de su cara a aquellos ojos suyos tan grandes y expresivos que alumbraban todo lo que miraban. Si el objetivo era dar la imagen de una mujer sexy y explosiva, estaba más que superado.

La visión lo dejó estupefacto. Sin aliento. ¿Realmente era ella?Estaba guapísima. La desconocía tan femenina. Pero le encantaba.Por supuesto que para ella sería un disfraz como otro cualquiera,como el de negra, como el de gorda. Pero aquel vestido le sentaba tan bien... parecía una diva de Hollywood, una estrella. Pero le fascinó mucho más cuando empezó a cantar, mientras el más fino de los maricones tocaba el órgano y el otro la guitarra. Su voz madurada y bien moldeada era un sonido delicioso para sus oídos. Se sintió privilegiado por haber tenido, tiempo atrás, a aquella voz susurrándole cosas bonitas al oído sólo para él. Encima, todo el repertorio eran canciones sugerentes que ella interpretaba de una manera tan creíble que él se dejó llevar por la imaginación y apunto estuvo de pedirle a Lulú que lo aliviara de alguna manera.

Pero le cortó el rollo comprobar que las miradas insinuantes de Jowy iban dirigidas especialmente a un tipo del sofá más cercano a ella. Que contemplaba el espectáculo con una gran copa de coñac en una mano,y la entrepierna de una rubia escultural que tenía sentada a su lado, en la otra. Era un hombre mayor, peinaba abundantes canas y vestía de traje, con la corbata aflojada. Era delgado y bajito, o sería el efecto que causaba al acompañarse de semejante mujerona.

¿Porqué aquellas miradas? ¿Qué pretendía Jowy? Ella podría tener al que quisiera con aquella pinta y nunca le atrajeron especialmente los hombres mayores, como a LB. ¿Acaso formaba parte de su trabajo?¿Acaso estaba cumpliendo alguna misión para su mafia? ¿Terminaría acostándose con él? ¿Le pagaría por ello? Todas aquellas preguntas invadieron la mente nerviosa de Rüdiguer. Todas juntas,todas de golpe. No quería pensar que la habían convertido en una prostituta de lujo. No quería creer que ella lo hubiera consentido teniendo otras habilidades con las que poder sobrevivir en este mundo de mierda. Decidió no sacar conclusiones precipitadas y observar qué pasaba en realidad.

ETHEL, El heredero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora