17. Cornelia.

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Cornelia lo sacó de su ensimismamiento con el carrito de la cena. Le había traído otro libro. "Cultive su propio huerto" se titulaba. Aquella mujer, siempre tan instructiva. Pero decidió leérselo, por curiosidad.

Intentaba que no se notase que había estado llorando mientras leía sus mejores tiempos con Jowy, sobretodo ahora que sabía que no recibiría ningún correo suyo y posiblemente se había cargado cualquier posibilidad de recuperarla. Pero Cornelia se dio cuenta que estaba triste e intentó animarlo con sus chistes más graciosos. Sin embargo, no era un buen día para sonreír, aunque lo intentó, pero no le salía natural. Tras fracasar en sus intentos por levantarle la moral, Cornelia volvió a su trabajo y él ni siquiera miró lo que había para cenar. No tenía hambre, ni sueño, ni ganas de estar allí. Quería volver, ver a Jowy, aunque fuese de lejos, tener noticias suyas.

Decidió entonces escribirle otra carta. Ya le mandó una al poco tiempo de llegar, sin pensar que los datos del remitente estaban incompletos y más aún, al descubrir que el condado no figuraba en los mapas como tal, con lo cual, la dirección correcta no era la que le había dado. Se cabreó consigo mismo por haber sido tan torpe. Ella estaría esperando noticias suyas y él le daba una dirección errónea. Menuda cagada. Seguramente sus cartas habrían acabado en el cubo de la basura de alguna oficina de correos. Y con lo impaciente que era ella, y el tiempo que había pasado, a lo mejor hasta se había enfadado por no responderle. No lo quería ni pensar.Se concentró en disculparse debidamente en aquella nueva carta donde le mandaría la dirección real, ahora que ya la sabía.

Lo despertó Cornelia con el carrito del desayuno. Se había quedado dormido escribiendo, apoyado en la mesa, sin tocar la cena.

—Hum —dijo Cornelia, estirando el cuello para ver a quien iba dirigida aquella carta—. ¿Es alguna amiga?

Aturdido todavía, al saberse descubierto, recogió rápidamente la carta, arrugándola para ocultarla de la vista de Cornelia.

—No te pongas así, hombre —dijo ella, ante su reacción—. Pero ten cuidado a quien se la das para que te la eche al correo, que hay mucho "trepa" suelto en esta casa y siempre juegan sucio. Tú ya me entiendes ¿no? —le advirtió cariñosamente.

Eso era algo en lo que no había pensado. La otra carta se la dio a Mágnum para que le hiciera el favor, creyendo que, por ser el mayordomo personal de su abuela y de los más veteranos, actuaría correctamente, sin pensar que se lo diría primero a su abuela y ésta, tal vez, en un intento de cotillear, como tanto les gusta a las mujeres, la abriría y la leería.

Su cabreo aumentó de repente. No sólo porque le leyeran el correo, si no porque posiblemente no la enviaran.

Intentó memorizar todo lo que le decía en aquella primera carta. No recordaba haber escrito nada comprometedor. Simplemente la saludaba, le contaba cómo estaba y lo que estaba haciendo. No fue como esta otra, donde sí expresaba cuanto la echaba de menos.

Ahora no se atrevería a dársela a nadie para que la echara al buzón.

—¿Qué tengo que hacer para que esta carta llegue a su destino? —dijo, después de haber pensado todo esto.

—Hum, pues... yo te aconsejaría que la ocultaras entre el correo de tu abuela. Es lo más seguro. Su contable, que le echa el correo también, no mira todas las cartas porque se supone que ya las han revisado juntos antes —contestó ella pensativa.

Cuando Cornelia se fue, mientras desayunaba, le estuvo dando vueltas a esa idea. Meter su carta entre las de su abuela era arriesgado,sobre todo si quería que nadie se diera cuenta. Y no tenía ni idea de cómo podía conseguirlo. Necesitaba hablar con su abuela, averiguarle la vida y encontrar el hueco perfecto para introducir su carta entre las de ella. Necesitaba estudiar sus movimientos y conocer a su contable. Necesitaba demasiadas cosas. Se había dormido en los laureles y no había hecho los deberes y ahora, de golpe y porrazo, le venían las prisas. Jowy estaría de los nervios esperando alguna señal. Si no se había cansado ya y lo daba por muerto, como temía ella. Le dio una punzada el corazón al pensarlo.

ETHEL, El heredero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora