Rüdiguer es reclamado por su abuela como heredero de un condado que detesta, pues será la diana humana de los enemigos de su familia, que ya se han cargado a todos sus antecesores. Así que tratará de hacer todo lo posible, por las buenas o por las m...
Por la mañana el sol brillaba radiante por primera vez desde que habían llegado a España. Despertó a Nikke que dormía a pierna suelta en su cama, solo. Observó que se había tintado el pelo de un rubio platino nada favorecedor que le recordaba mucho al pelo paja de Per. Nikke le dijo que lo había hecho porque Jowy lo había visto y porque su color pelirrojo natural era demasiado cantarín para pasar desapercibido. Si querían jugar a detectives tendría que saber camuflarse mejor. Rüdiguer se sorprendió de la eficacia de Nikke en su trabajo. Sabía que se lo tomaba muy en serio pero desconocía que pudiera llegar a aquellos extremos. De todas maneras estaba encantado de que así fuera. Aunque... rubio platino? En serio? No era precisamente un color muy discreto tampoco.
Desayunaron tras ponerse al día de lo que habían hecho la noche anterior y se fueron a la iglesia donde, supuestamente, acudiría el niño que Jowy cuidaba. No tenían nada mejor por donde empezar porque según Esther, LB tenía turno de mañana, como ella y estaría ya trabajando en el Corte Inglés hasta las tres. Así que cogieron sus motos y se plantaron allí. Las aparcaron separadas, una en cada punta de la calle, y entraron en la iglesia a las diez y cuarto,cuando los niños ya estaban cantando.
Había bastante gente. Por supuesto se quitaron los cascos para no desentonar. Se sentaron en los bancos de atrás, que estaban más vacíos. Nikke se durmió enseguida. A él la música no le decía nada, y un coro de niños menos todavía. Pero Rüdiguer observaba el coro intentando recordar cual era el niño que se acercó a Jowy el día anterior. Lo tenía muy difícil porque todos iban vestidos con una túnica blanca y estaban bastante lejos, además, ni siquiera se fijó en sus facciones por las prisas de salir corriendo antes de que lo pillara.Sin embargo, qué enorme sorpresa supuso para él encontrarse una melena castaña, de rizos alborotados, por las primeras filas,escuchando atentamente la canción interpretada. No quería hacerse falsas ilusiones y dejando a Nikke sobando tranquilamente tumbado en el banco todo lo largo que era, se fue, por detrás de unas columnas discretitas y cubiertas con tapices, para espiar un poco más de cerca aquella cabellera. Era ella. Jowy estaba allí sentada y lo mejor era que no se había percatado de su presencia, estaba muy concentrada en el coro, hasta movía los labios cantando en silencio al mismo ritmo que los niños. Estaba tan guapa como antes a pesar del paso del tiempo. Apenas había cambiado. Sin embargo su cara no reflejaba la alegría que lo cautivó entonces. Su mirada era triste aunque sus labios sonrieran y eso lo entristecía.
Sin perder más tiempo, y antes de cometer alguna torpeza que delatara suposición y todos se fijaran en él, se fue a despertar a Nikke y ponerlo al día con los nuevos planes.
Cuando terminó la representación del coro y todos los feligreses abandonaron la iglesia, ellos ya estaban fuera, subidos en sus motos,con los cascos puestos y el motor en marcha, esperando que ella saliera. Curiosamente la bici no estaba por ningún sitio. Cuando por fin salió, de las últimas, acompañando a un niño con una mochila de colegio a la espalda, a pesar de ser sábado, y un chándal oscuro de marca blanca, se dieron cuenta de que iban a pie. Rüdiguer llamó enseguida a Nikke para decirle que aparcara la moto en algún lugar donde ella no la viera, puesto que iban en su dirección y la podría reconocer, y los siguiera a pie, que él haría lo mismo desde más atrás.
En realidad, ir a pie era una putada, porque no tenía excusa para llevar el casco puesto todo el rato y si ella se girase, lo vería con la cara descubierta. Eso lo aterraba.
Caminaron un buen rato, observando sus movimientos. Jowy y el niño hablaban como si tuvieran mucha confianza y se conocieran muy bien. De vez en cuando se reían y posiblemente, el estar tan distraída fuera la causa de que no se diera cuenta de que los estaban siguiendo otra vez.
Andando, andando, fueron a parar a un Burguer King donde ellos ya habían preguntado por ella cuando decidieron peinar la zona de restaurantes de comida rápida. Era demasiado pronto para comer,apenas serían las doce, sin embargo entraron por la puerta de atrás. Nikke esperó a que Rüdiguer se acercara en la esquina de aquella misma manzana, para no levantar sospechas.
—¿Y ahora qué? No creo que vayan a comer a estas horas. ¿Crees que trabajará ahí? —dijo Nikke, pensando en voz alta.
—Puede ser. O tal vez la madre del niño —contestó Rüdiguer, frotándose la barbilla, pensando algo—. Parece que todavía no han abierto.Esperaremos a que abran y entraremos a echar una ojeada.
—¿Quién entrará? A mí me tiene fichado de ayer —le dejó caer la indirecta sutilmente.
Rüdiguer seguía teniendo miedo. Resopló varias veces mientras se paseaba de un lado a otro de la acera.
—Está bien —dijo al fin— Yo entraré. Y si me tiene que reconocer pues que me reconozca de una vez y que sea lo que tenga que ser... Pero ahora será mejor que vayamos a por las motos y las traigamos por aquí, para tenerlas controladas y a mano, por si se va con alguien en un vehículo poder seguirlos. Ves tú primero, mientras, yo vigilaré por si hay novedades.
—Sí,jefe —dijo Nikke de recochineo mientras empezaba a caminar deshaciendo sus pasos para ir a por su moto—. Joder, hablas poco,pero cuando te pones pareces una metralleta, tío —le dijo,alejándose.
No hubo novedades. Cuando Nikke estuvo de vuelta con su moto, lo relevó en el puesto de vigilante y fue él a por la suya. Las aparcaron un poco más atrás, separadas, para que no llamasen tanto la atención,y volvieron a espiar. Cuando por fin abrieron, Rüdiguer se hizo el ánimo y se atrevió a entrar, confiando en su invisibilidad.
Esperó primero a que entrara alguien para no llamar tanto la atención. Un grupo de chicos de unos catorce o quince años, con bolsas de deporte y un balón de fútbol fueron los primeros clientes. Él se coló detrás. El niño que acompañaba a Jowy estaba sentado en una de las mesas con un cuaderno abierto, supuso que haciendo los deberes, pero cuando se acercó un poco más descubrió que en realidad estaba dibujando. Para su edad dibujaba bastante bien. Al parecer estaba representando una pelea de bandas. Los monstruos cabezones y de un solo ojo contra los altos y largos de cuatro brazos y boca llena de dientes tipo tiburón. Estaba muy ensimismado dibujando que hasta hacía sonidos con la boca, golpes de puñetazos, lanzamientos de proyectiles, quejidos de los heridos. Le resultó graciosa la escena.
Él también solía dibujar en clase cuando era pequeño, en lugar de atender al profesor, y también hacía sonidos con la boca mientras dibujaba, cosa que alertaba al profesor de turno y se ganaba una buena reprimenda. Pero a pesar de estar dibujando él prestaba atención a la explicación y los profesores que iban de listillos se quedaban flipando cuando le preguntaban qué estaban diciendo y él se lo repetía con todas las letras. Al final del curso ya no le decían nada si se ponía a dibujar en clase, mientras los ruiditos no fueran muy fuertes, y provocaran las burlas y risitas de sus compañeros, claro.
Bueno,los chicos del fútbol habían formado una pequeña cola delante dela única caja abierta. Una chica rubia y menudilla los atendía pacientemente. Por detrás del mostrador se podía ver, entre estanterías y botes de coca-cola, la cocina, donde dos o tres personas más estaban trabajando sin parar. Una de ellas era Jowy,enseguida descubrió su nuca perfecta bajo la gorra que todos llevaban recogiéndose el pelo.
De manera que trabajaba allí. Como él ya había supuesto todos le habían mentido. No había sido una buena idea ir por ahí enseñando su foto. No había servido para nada. Bueno, sólo para ponerla sobreaviso y que ahora les resultase sumamente escurridiza. Ella miró un par de veces al exterior, concretamente al niño, sin fijarse en nada más. Estaba muy atareada. Rüdiguer decidió salir antes de que los chavales terminaran de pedir para que nadie se fijara en él. Si trabajaba allí estaría por lo menos unas cuantas horas.
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