48. La boda

6 3 0
                                        

Con su abuela ya no tenía nada más de qué hablar, necesitaba hablar con su prima, así que fue a buscarla. La encontró en la biblioteca, estudiando para los exámenes finales, junto con Eleanor. El último mes del curso nunca se quedaban en el piso que les alquilaba su abuela en Uppsala para que pudieran estar cerca de la facultad.

—Me acaba de decir tu abuela que tengo que ser el padrino de tu boda —le dijo en voz alta, como si no fuera su abuela también.

Marie se sorprendió de la noticia tanto como él.

—¿Qué? ¿Por qué? Me dijo que iba a acompañarme el tío Karl.

—Pues al parecer el tío Karl le ha dicho que no. ¿No te importaría que fuera otro? Yo tengo muy mala fama —le dijo, intentando persuadirla para que se buscase otro candidato—. Por ahí ya me llaman "el Salvaje". Mírame, soy un desastre —Y se irguió para que pudiera contemplar su vestimenta de pastor, su pelo largo y enredado al quitarse el gorro, su barba de una semana, sus uñas sucias de tierra y cemento, y por supuesto la peste a ganado que hacía—. No querrás que todo el mundo te vea conmigo ¿Verdad? Yo echaría por tierra todo el glamour con el que lo están preparando esos remilgados que ha contratado la vieja.

Marie se quedó muda, pensando. No quería que la acompañara aquel engendro de primo que le había tocado, pero no tenía a nadie para que lo hiciera. Se acordó de su padre y de sus hermanos y se echó a llorar.

Eleanor, que estaba un poco más lejos, escuchando la conversación, enseguida se levantó de la silla y fue a consolarla.

—De verdad que no tienes ningún tacto —acusó a Rüdiguer, que estaba un poco irritado ante la idea de acatar las órdenes de la vieja, pero sobretodo de ver lo blanda que era su prima, tan manejable y tan sumisa.

Pegó media vuelta y se fue. No estaba dispuesto a complacer a nadie. Él sabía comportarse como un caballero cuando quería. Podría arreglarse un poco más, peinarse de vez en cuando, incluso afeitarse aquella barba que no crecía ni a tiros. Pero no le daba la gana. Porque eso era lo que su abuela quería. Le daba un poco de pena Marie, porque sabía que iba a arruinar su boda, se cargaría todo el glamour, y se saltaría el protocolo, pero la culpa era suya, por dejarse manejar sin poner resistencia ni condiciones. No pensaba ser amable con los invitados, ni cortés, ni galante, ni nada de eso. Sería arisco, borde, pinchón y si se pasan de la raya, incluso mal educado y grosero. Y por supuesto, una vez llevada hasta el altar y entregada a Tage, desaparecería discretamente para continuar con su rebaño y su poza.

Cuando se lo contó a Stephy e Inna, aquellas se meaban de la risa. No se lo imaginaban ejerciendo como padrino, pero empezaron a contarle lo que se suele hacer en las bodas y lo que tendría que hacer él. Él no pensaba hacer nada, por mucho que le dijeran sus primas.

Pero para empezar ya tuvo que ir a visitar al Sastre para que le hiciera un traje a falta de dos semanas para el día de la boda. Por supuesto fue todo sucio, apestando a ganado, para dar un poco de asco a propósito. Era su manera de vengarse de todo el mundo. El sastre, muy amariconado, le tomó medidas con una pinza en la nariz ante la mirada reprochadora de su abuela que le recriminó varias veces su conducta tan "sucia", pero a las que él hizo oídos sordos para no empezar una nueva discusión.

Otro día le hizo ir a la peluquera. Quería que se afeitase y se cortase el pelo. Él no estaba dispuesto por nada del mundo. No quería que los paparazzi que asistirían a la boda lo retrataran con su cara desnuda, necesitaba su escasa barba para esconderse de ellos porque quería pasar desapercibido por lo que pudiera pasar. Al llegar al salón de peluquería improvisado en una de las aulas donde daban clase sus primas pequeñas, lo esperaban tres guardias de seguridad para amarrarlo a la silla y que la peluquera pudiese trabajar. Pero en cuanto se le echaron encima, y antes de que consiguieran atarlo,consiguió escabullirse como el agua se escapa entre los dedos, y la peluquera se quedó con las tijeras en la mano.

Dos días antes de la boda, llegó Oliver, el profesor de ciencias, con sus exámenes finales para acceder a la universidad. Aquel hombre siempre imponía respeto. Era corpulento y grandote, y además llevaba una barba muy espesa. Stephy e Inna se burlaban de él a sus espaldas diciendo que se dejaba tanta barba para suplir la falta de pelo en la coronilla. Pero no era muy mayor, ni siquiera tenía canas, su pelo era negro como el carbón, rizado y con pinta de áspero. Pero Rüdiguer lo admiraba, era buen profesor y hubiera sido un gran científico si hubiera tenido los medios necesarios a su alcance.

El examen le salió bastante bien, no se dejó ninguna pregunta en blanco, pero tenía dos o tres con respuestas dudosas. Estaba nervioso porque la nota de aquel examen podía influir bastante a la hora de elaborar su nota final y tener acceso a unas carreras o a otras. Pero tampoco era algo que le quitara el sueño porque no tenía una preferencia clara por ninguna.

El día de la boda, se levantó como cualquier otro día y se fue con su rebaño. La boda era a las doce, le daba tiempo de sobra a sacar a pastorear a sus ovejas y empezar el llenado de la poza, que llevaba tres días secándose para asegurar su impermeabilidad.

Ninguna de las mujeres de su familia concilió el sueño aquella noche. Bueno, excepto Indre y Maja, que eran las únicas que vivían felices en aquella casa.

Cuando se dieron cuenta de que él no estaba, todas se alarmaron y Marie empezó a llorar. Últimamente lloraba por cualquier cosa. Su abuela mandó a todos los peones disponibles a buscarlo por toda la casa,por el gimnasio, por el lago, mandó revisar todas las cámaras de vigilancia para ver si había salido de la casa en algún momento. Y a todo esto, los invitados empezaban a llegar y ella tenía que recibirlos, aparentando que todo iba bien. Habían preparado un cóctel previo a la ceremonia para amenizar la espera a los asistentes.

Pero... ¿finalmente habría boda?

 ¿finalmente habría boda?

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


oh, oh, 

¿creéis que Rüdiguer aparecerá por algún sitio? O dejará tirada a su prima? O mejor aún,... ¿Dejará a su abuela con un palmo de narices después de todo lo que había montado?

Buah, seguro que se lo merece.

ETHEL, El heredero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora