100. El vuelo

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A la hora prevista, Fredrick vino a recogerlos en su coche para llevarlos al aeropuerto donde se reunirían con Andrew y Sven, para volar juntos hasta Madrid en vuelo regular, por mucho que Sven presumiera de poder hacer el trayecto directo hasta la isla con su avioneta. Eso les podría fastidiar el plan.

Sus primas se despidieron de él como de costumbre cuando se iba a algún viaje, sin embargo Steph estaba triste y le dio un abrazo más efusivo de lo normal. ¿Alguien le había dicho algo de sus planes verdaderos? ¿Tal vez Fredrick se lo había contado en un intento de camelársela? No lo creía capaz. Pero Rüdiguer continuó hermético a pesar de que le dolía mucho tener que ocultárselo, sin embargo se despidió de ella como si no fuera a volver. En el fondo sabía que las echaría de menos.

En el aeropuerto ya conocían a Fredrick y a sus fanfarronadas. Solicitó un aparcacoches para que guardara su deportivo en el garaje que tenía contratado y montó en cólera porque el chico no estaba allí esperándolos cuando llegaron. El pobre fue puntual a la hora que le habían dicho, pero es que ellos habían llegado antes porque Fredrick había conducido como si estuviera en un rally por las calles de Estocolmo, saltándose algún que otro semáforo y todo para sacar de quicio a Rüdiguer que prefería no llamar la atención y tener cuidado, no fuese que tuvieran un accidente y perdieran el avión, con lo que le había costado conseguirlo.

Una vez dentro tuvieron que aguantar a un grupo de paparazzis que los estaba esperando. Al parecer alguien se había ido de la boca y los chicos de la prensa querían que les dieran detalles de su viaje de despedida de soltero. Rüdiguer escondía la cara bajo su melena y Nikke se levantó el cuello de su chaqueta para intentar ocultarla de los fotógrafos, pero Fredrick los miraba desafiantes y sonriente. A veces hasta parecía que posaba y todo, contestando a sus preguntas con respuestas graciosillas y desvergonzadas, típicas de él para no decir ni que sí ni que no.

Cuando se reunieron con Andrew y Sven, que ya estaban allí, les contaron que a ellos también los habían interrogado pero que no habían dicho nada concreto.

La espera hasta que anunciaron su vuelo a Rüdiguer se le hizo eterna.Estaba hecho un manojo de nervios y hasta sus compañeros de viaje se mofaban de él por eso. Le decían que parecía que se fuera a la guerra en vez de a una fiesta. Y en parte él se sentía como si se fuera a la guerra y no fuese a volver nunca más. Intentó relajarse y subieron al avión, pero hasta que no despegó y vio por la ventanilla que se alejaba de la península escandinava no quiso alegrarse demasiado. Todavía podía haber algún fallo técnico en el motor y tener que dar la vuelta.


Cuando aterrizaron en Madrid, sin poder ver nada desde la ventanilla, como por ejemplo la ansiada silueta de la piel de toro o el brillo del mar mediterráneo desde las alturas, porque el día estaba nuboso,respiró hondo y al bajar del avión le faltó muy poco para besar el suelo como hacía el Papa. Por fin estaba en su querida España.

Hacía calor a pesar de las nubes y se oía el jaleo de la gente al hablar tan típico de los españoles. Se sentía como en casa. Y eso, en vez de tranquilizarlo un poco, lo puso más nervioso todavía porque ahora tendría que escaquearse de ellos y, con Nikke pegado a él todo el rato, lo tenía bastante difícil. Fredrick de vez en cuando lo miraba de reojo, esperando que en alguna de aquellas miradas ya no estuviese, pero Rüdiguer no sabía cómo deshacerse de Nikke y Fredrick lo sabía. Intento llevárselo al baño, distraerlo mirando un escaparate de los del aeropuerto, lo arrastró hasta un restaurante de aquellos para ver qué se pedían para comer antes de que saliera su vuelo hacia Ibiza. Pero Nikke no cayó en ninguna de las trampas y seguía ahí, al pié del cañón. Al final, tan descarado lo hizo Fredrick que Nikke se dio cuenta y aprovechó que Andrew y Sven se habían metido en una tienda para comprarse algo de manga corta porque tenían calor y todo lo que llevaban era de abrigo, para ponerlos a los dos contra la pared y plantarles cara seriamente.

ETHEL, El heredero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora