Rüdiguer es reclamado por su abuela como heredero de un condado que detesta, pues será la diana humana de los enemigos de su familia, que ya se han cargado a todos sus antecesores. Así que tratará de hacer todo lo posible, por las buenas o por las m...
—Bien,bien —dijo Inna, volviendo a sentarse y con tono de regañina—.De manera que tenemos un túnel en la cripta... ¿Alguno de los aquí presentes tenía conocimiento de dicho túnel?
Angus agachó la cabeza, incómodo, sin dejar de mover la gorra en sus manos. Lisa y Anna se miraron entre sí, todavía abrazadas.
—De manera que todos lo sabíais —dedujo la vieja enseguida—.¡Empezad a contarme cosas! deprisa y resumiendo, que no tengo todo el día para perderlo con vuestros entretenimientos —ordenó, con tono autoritario.
—Mi hijo Olof me dijo que existía —respondió Anna, derrumbándose.
Lisa miró a Angus como disculpándose por la debilidad de su amiga.
—Yo ayudé a los señores a excavarlo —admitió Angus, dando un paso hacia delante, responsabilizándose de todo.
—¿Desde cuándo está ese túnel ahí? —le preguntó la condesa directamente, levantándose de su sillón para acercarse más a Angus e intimidarlo mejor—. ¿De quién fue la idea?
Los tres dirigieron una mirada a Rüdiguer que escuchaba sin decir nada.
La vieja miró a Rüdiguer también y éste se sintió ofendido.
—¡Eh!¡A ver si ahora voy a tener yo la culpa de lo que hiciera mi padre!—Se defendió, levantando las manos y todo, en señal de inocencia.
La vieja Inna apretó los dientes enfurecida, pegando media vuelta para volver a sentarse en su sillón, frotándose el entrecejo, pensando qué hacer con aquella panda de mentirosos y embusteros que tenía por empleados. Le dolía que ellos tuvieran secretos con el resto de su familia y actuaran a sus espaldas. Ella quería estar al corriente de todo lo que pasara en aquella casa. Sus soplones últimamente no estaban siendo muy eficaces, o tal vez sería que jugaban a dos bandos para favorecerse más.
—¿En qué momento exacto comenzó con la idea del túnel? Si puede saberse—Quiso saber también.
—Antes de marcharse a Noruega a terminar sus estudios —dijo Angus.
—¿¡Siendo un puñetero adolescente!? —gritó furiosa e incrédula—. ¡Ese maldito b...! —Y contuvo sus palabras porque había gente que no necesitaba saber la verdad—. ¡Cría cuervos y te sacaran los ojos!—dijo serenándose—. ¿Tan mal estáis aquí? —Y miró a Rüdiguer, que intentaba absorber cualquier información que tuviera que ver con su padre.
—Cuando mi padre empezó con el túnel, todavía no había muerto nadie...—dijo pensando en voz alta—. Y... aún no conocía a mi madre como para querer irse con ella. Entonces... ¡Esta casa siempre ha sido el Castillo del Terror! —concluyó sus pensamientos en voz alta, sin importarle qué tal le sentara la respuesta a su abuela.
—¿"El castillo del Terror"? ¿Así es como lo veis? —preguntó, mirando también a Anna y Lisa que parecían querer esconderse bajo alguna piedra para no contestar—. ¿Por qué? ¿Acaso no os doy todo lo que necesitáis? ¿Todo lo que queréis? A mí me gustaría que todos fueseis felices aquí dentro...
—A lo mejor ese es el problema —La interrumpió Rüdiguer, sabiendo lo mucho que la molestaba que lo hicieran—. Que nadie quiere estar aquí dentro.
Por un momento todos se miraron mutuamente. Como intentando adivinar lo que pensaban los otros sobre todo aquel asunto.
—Pero...¡no os tengo prisioneros! —continuó Inna, pensativa—. Podéis entrar y salir cuando queráis. En el garaje tengo coches para todos, que podéis utilizar libremente —Se dirigía con especial atención a Anna y Lisa, que no decían nada—. Además, sabéis que podéis quedaros a dormir donde os plazca. ¿Cuántas veces os habéis ido de viaje a casa de vuestras familias y habéis estado meses enteros allí? Y vosotros... —refiriéndose a Angus—. Los empleados.También gozáis de un mes de vacaciones que os doy a elegir en la época del año en el que lo queréis. Es que no entiendo dónde radica el problema.
—¿Será porque eres demasiado mandona y autoritaria? —se atrevió a contestar Rüdiguer por los demás.
—¡Contigo no estoy hablando! —le atajó ella, furiosa—. ¡Tú eres un caso aparte!
—¡Pero yo contigo sí! —contestó él, que se había propuesto no callarse lo que pensaba nunca más—. Stephanie e Inna, apenas han estado un par de veranos en Malmö, en casa de sus otros abuelos, supongo.¡Pero no saben lo que es un centro comercial! Mika, Indre y Maja, no han salido nunca de aquí. ¡NUNCA! Y ya no me preguntan cómo es España, me preguntan cómo es "El exterior" ¿No te parece muy fuerte para unas niñas de su edad?
—Que sepas que SÍ han salido de aquí —replicó la vieja—. En verano nos vamos a alguna isla privada de las muchas que tengo por ahí.
—Ah, muy bien —contestó él—. Una isla privada es de lo mejor para conocer gente y hacer amigos —dijo con sorna—. Una isla privada es como si estuvieran aquí dentro, sólo que con palmeras y playa alrededor, en lugar de bosques y murallas.
—Bueno, ¡Basta ya! —le dijo la vieja enfurecida al verse sin argumentos para contestarle—. ¡No tengo porqué soportar tus comentarios!
—¡Ni siquiera las has dejado ir de compras a Estocolmo alguna vez! —añadió él, interrumpiendo de nuevo a la vieja con toda la mala leche de la que era capaz.
—¡He dicho que BASTA! —gritó, levantándose del sillón y todo—. ¡De momento tú te has quedado sin vacaciones este año por tu "buen comportamiento"! —agregó, intentando serenarse y volviendo a su rostro la cara de arpía que la caracterizaba, sacando la sonrisilla sarcástica que ponía cuando volvía a tener el control de todos los de allí dentro—. Pensaba acompañarte un par de semanas a España, para que me enseñaras todo aquello y suavizar nuestra relación, pero veo que eres un caso imposible. Así que preocúpate de lo tuyo y deja a tus primas en paz —dijo, observando atentamente la expresión de su rostro como quien observa a su víctima cuando le clava la puñalada letal.
—¿A España contigo? ¡Contigo yo no voy ni a la vuelta de la esquina! —mintió él, poniendo cara de póquer, como si le importara poco.
En realidad no se creía ni una sola palabra de las que había dicho su abuela. Era muy típico en ella escupir palabras como dardos directos al corazón y regocijarse luego cuando le salpica la sangre ajena. Él no le iba a dar ese gusto. Y se acordó en ese momento de su rebaño,todo desperdigado por ahí.
—Me voy a intentar reagrupar mi rebaño —les dijo a modo de despedida, dando media vuelta y saliendo por la puerta como si nada.
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