Un par de tontos.

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—Puedo curarlo, Hinata. —dijo Sakura.

Ciertamente Hinata no esperó verla tan pronto, pensó que serían los otros dos Akatsuki que iban con ellos, pero al pensarlo lógicamente, aquello hubiera tenido poco sentido. Estaban vulnerables, si se tratara de Akatsuki, los hubiesen atacado al momento y secuestrado a Naruto al instante.

—Lo sé. —murmuró Hinata, dejándola pasar.

Sakura se tiró al lado de su mejor amigo, sin dirigirle la mirada a nadie más; con cuidado tomó la mano de Naruto y acomodó el cuerpo del chico para facilitar la curación. Lee se puso al lado de su compañera, de espaldas a los demás, sin embargo, todos se daban cuenta que estaba listo para defender si es que se atrevían a atacarla. Cuando Sakura notó que las heridas de quemaduras comenzaron a sanar, sonrió, Naruto se pondría mejor dentro de poco.

— ¿Qué estás haciendo? —preguntó Sasuke. La voz monótona y fría que emanó, le recordó a Sakura los primeros días en que se formó el equipo siete.

—Me iré en cuanto termine de curarlo, no es necesario que me sigan buscando cuando ya saben donde encontrarme. —dijo Sakura, contestándole de la misma forma.

La marca de Sasuke de nuevo comenzó a expandirse por su cuerpo, a pesar de que este buscaba con todas sus fuerzas mantenerla a la raya, sentía que la ira lo estaba consumiendo. El estomago se le revolvía al solo pensar que Sakura pudiera estar con Itachi a pesar de todo. La bilis se le acumulaba en la garganta y se sentía estallar en cualquier momento. La sinrazón le hizo tomar el brazo de su excompañera, impidiendo así que terminara con las heridas de Naruto y que ahora fuera el kyubi quien se encargara de ellas. Lee se apartó al ver los ojos de Sakura, no era algo en lo que debía meterse a menos que las cosas se salieran de control.

—Pregunté, ¿qué estás haciendo? —la voz de Sasuke parecía la de un monstruo y Sakura sintió un miedo terrible de tan solo pensar en no contestar su pregunta.

—Yo...—hubo una pausa entrecortada, Sakura sintió un dolor muy profundo estrujarla por dentro. Veía la desesperación en la cara de Sasuke, buscando cualquier excusa valida para perdonarla.

— ¿Sakura? —murmuró Naruto, que apenas comenzó a abrir los ojos.

El tiempo se congeló para ambos, sin embargo, las manecillas del reloj seguían girando, el mundo seguía corriendo y Sakura no podía quedarse ahí para siempre.

— ¡S-Sakura! —llamó de nuevo Naruto, más animado, buscando sentarse a pesar de que su cuerpo seguía sin tener fuerzas. — ¿Sasuke? ¿Qué ha...? ¿¡Estás bien!? ¡El sello de Orochima...! —y comenzó a toser, siendo socorrido por Yamato y Hinata.

La información golpeó a Naruto poco a poco, cuando recorría con sus ojos la escena, notando la capa de nubes rojas de Sakura y Lee.

— ¿Sakura? —llamó. Y su voz dejó de estar exaltada, fue como si toda la alegría que tuvo al verla hubiera sido desvanecida por completo, y en su lugar quedó un vacío atroz.

Sakura hizo un movimiento rápido y fuerte, liberándose del agarre de Sasuke.

—Me uní a Akatsuki. —sentenció mirando a Lee. Era lo único que le daba fuerzas de seguir con ello.

Quería desaparecer, que el mundo se la tragara y nunca renacer, quedarse dormida por siempre. En todo ese corto periodo de tiempo que pasó, Sakura soñaba algunas veces como sería cuando se encontrara con Kakashi, Sasuke y Naruto.

Cabe destacar que ninguno de aquellos sueños, dolía tanto como la realidad.

Sasuke la miraba casi con horror, estaba sufriendo por ella, por lo que consideraba una de las peores traiciones. Y Sakura pensó que tenía todo el derecho de comenzar a odiarla, de ya no sentir nada por ella y olvidarse de lo que alguna vez pasaron juntos.

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