No me lo perdería por nada.

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Hinata miró el techo de su habitación con cansancio, no podía conciliar el sueño entre tanto ajetreo que llevaba su mente. Su cuerpo cansado le pedía descanso pero su mente activa, asimilando todo lo pasó en esas remotas semanas, le impedía un sueño profundo. Seguramente Neji al día siguiente la reprendería por la falta de concentración que la somnolencia le traería.

No obstante, a pesar de los regaños que le esperaban más tarde, se levantó del futón. Traspilló al levantarse, adolorida del cuerpo por la cantidad de entrenamiento a la que estaba siendo sometida. Entrenaba cuatro veces al día, una hora antes de tomar el desayuno, tres horas después de tomarlo, una sesión de estudio con su padre de cuatro horas, comida, otro entrenamiento menos intenso de ninjutsu básicos de una hora, estudio de dos horas más y antes de irse a la cama, una hora más de entrenamiento. Hanabi de igual forma quería seguir el ritmo, y a sorpresa de su padre y Hinata lograba hacerlo, pero cada día que pasaba se notaba más agotada por lo que al final decidieron que solo tomara dos entrenamientos por día.

—Hinata-sama, ¿qué haces despierta? —preguntó Neji, sorprendido de verla. Al parecer apenas estaba yendo a la cama. —No aguantaras el entrenamiento de mañana si no descansas apropiadamente.

—Lo sé, hermano Neji. —contestó Hinata. Pensó en mentirle, diciendo que iría por un vaso de agua. No obstante, al ver que comenzaba a preocuparse por ella, difirió. — ¿Quisieras hacerme compañía?

— ¿Eh? —Neji parpadeó, tomando un suave rubor en sus mejillas.

—Me siento algo preocupada sobre el futuro del clan. —confesó Hinata, rascándose la mejilla derecha, apenada de tener que admitirlo. —Pero estoy segura de que si hablo un rato contigo, hermano Neji, podré calmar esos pensamientos.

Neji relajó sus hombros, dándole una tenue sonrisa. —De acuerdo, Hinata-sama.

Al llegar a su habitación, Hinata sacó otro de los futones limpios, acomodándole a varios centímetros del suyo. Neji rascó su nuca, murmurando que no era necesario que se tomara tantas molestias la heredera del clan. Hinata en cambio parecía feliz haciéndolo, y cuando terminó, fue a sentarse en su propia colchoneta, ofreciéndole con una mano la contraria a su primo. Neji agradeció ya haber estado aseado y cambiado para entonces, no tenía muchas ganas de hablar, su cuerpo estaba más cansado debido a que era sometido a un entrenamiento mucho más duro, para que pudiera perfeccionar las técnicas y enseñárselas a Hinata después.

— ¿Qué es lo que te preocupa, Hinata-sama? —preguntó Neji, metiéndose entre las abrigadas colchas. Estaba demasiado cómodo en ese lugar. Hinata en cambio permanecía sentada, contemplando a su primo con una sonrisa.

— ¿Crees que yo deba heredar al clan Hyuga? —comentó ella, dando un suspiro final. —No me siento preparada.

—Fuiste tú quién se lo pidió a tu padre. —respondió Neji, contrariado.

—Sí... —Hinata apretó los labios. —Pero... a pesar de que me gusta como mi padre me ve, lleno de orgullo. Una parte de mí no sabe si podré con la carga.

Neji comenzó a cerrar los ojos, escuchando parcialmente lo que Hinata le decía.

—Estarás bien, Hinata-sama. Yo estaré a tu lado en todo momento. —confesó, girando la cabeza a ella. Hinata estaba mirando por la ventana de su habitación. —Cuidaré de ti. Y te aconsejaré de la mejor manera que pueda.

Hubo varios minutos sin respuesta, Hinata sentía el frío penetrarle los huesos. Decidida a dormir, volteó a su primo, él ya estaba en un sueño profundo. La chica Hyuga sonrió, acomodándose en su propio futón, observándolo una vez que estuvo acomodada. La frente de Neji aún tenía la marca maldita. ¿Aún se sentiría como un ave enjaulada? ¿Neji podría comprender como se sentía Sakura? Hinata suspiró, cerrando los ojos, buscando dormir.

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