Padre e hija.

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Año y ocho meses atrás...

—Masamune, hoy hace un buen día. —comentó Sakura, estirándose. Acababa de leer un enorme texto de veinte hojas. Sentía su vista cansada por la cantidad de información que recopiló y se prometió leerlo una vez más antes de dormir. —Deberíamos comer aquí afuera.

— ¿No comerás con Tsunade? —preguntó el cuervo.

—Tsunade-sama hoy está ocupada, dijo que mandaría a Shizune-san por la tarde-noche para explicarme algunos temas de ninjutsu médico, así que me toca comer sola hoy. —suspiró Sakura, abrazando el libro, poniéndolo encima del pecho. — ¿Qué quieres comer hoy, Masamune?

—Humm... ¿aún tienes pescado? El otra vez supo muy rico lo que preparaste. —comentó el cuervo, revoloteando, emocionado. —Al menos si te casas con el Uchiha y el Uzumaki no morirás de hambre, porque ni de chiste esos dos saben cocinar.

— ¿Por qué me casaría con los dos? —preguntó Sakura, con una gotita bajándole por la sien.

—Bueno, ninguno de los dos va a ceder, así que ¿no es mejor aprovechar la oferta?

— ¡No hables de ellos como si fueran mercancía del mercado! —reclamó Sakura, tirando de sus plumas.

— ¡Son dos al precio de uno, son dos al precio de uno, Sakura! —gritó Masamune, buscando librarse.

Todo pasó en un segundo más tarde, mientras Sakura apenas iba volteando, cuando un tronco que parecía recién arrancado del suelo fue a pegarle directamente en el cuerpo, arrastrándola de manera horizontal, lanzándola unos cuantos metros fuera de la casa.

— ¡Sakura! —mientras Masamune intentaba volar a ella, tres Anbu se pusieron delante de él, sellándolo al instante al poner un sello en su lomo, metiéndolo en un pergamino.

—M-Masamune...—murmuró ella, queriéndose levantar. Sin darse cuenta, ya se encontraba rodeaba de al menos cinco Anbu. Entre ellos, la silueta que fue la primera en reconocer; Kizashi.

—Me tomó bastante tiempo encontrarte, Sakura. —dijo su padre, mirándola con resentimiento. Sus ojos no emitían ya ningún sentimiento, era como le hubieran extraído toda la vida.

—Padre...—Sakura consiguió incorporarse, sentándose en el suelo, con las manos soportando su peso. Le dolía cada extremidad, sin embargo, comenzó a llenar sus manos de chakra, levantándose poco a poco. —Tsunade-sama no tardará en venir, traspasaron la barrera que ella creó.

—Veremos quién es más rápido, entonces. —comentó él, indiferente. —Si esa mujer que ha robado el puesto de Hokage o los Anbu.

Sakura frunció las cejas, corriendo a él, cuando los Anbu iban a interceder para someterla de nuevo, Kizashi alzó una mano para detenerlos. La niña apretó los dientes, cansada de que su padre la estuviera subestimando. Buscó tomarlo para hacerle daño con el ninjutsu médico, su padre la paró en seco, tomándola del antebrazo y atrayéndola hacía él de un tirón.

— ¿Es esto a lo que tengo que temer? —preguntó Kizashi, lanzándola lejos con una patada en el estómago. — ¿Es este el potencial que has alcanzado, Sakura?

Ella buscó incorporarse de nuevo, con la mano en el estómago y saliva mezclada con sangre escurriéndole por las comisuras del labio.

—No lo entiendes. —susurró Sakura. —Alguien como tú y como tú clan, jamás lo entendería. —Sakura arrastró sus pies, obligándose a ponerse de pie, sosteniéndole la mirada a su padre; esos ojos que seguían mirándola fríamente, son los que un día quiso que reflejaran el orgullo de tenerla como hija. —Las personas que he encontrado, los amigos que he hecho... las experiencias que he vivido con ellos, no las entenderías.

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