El placer de vivir

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Me froté las sienes con los dedos para tratar de calmar el dolor de cabeza. Tenía los nervios de punta y la voz de Dagur no ayudaba a disminuirlo. 

El presentador hizo su trabajo cuando el tercer combate finalizó y dio pie a la entrada del siguiente guerrero. Un hombre que lucía menor a los treinta años salió hacia la Arena y disfrutó de los aplausos de bienvenida del público. Se pasó la mano para retirarse algunos mechones de su largo cabello negro del rostro y me buscó con la mirada. Al encontrarme, me señaló y después me lanzó un beso al aire.

El robusto zagal continuó haciendo ademanes hacia mí, pero Dagur me distrajo y me hizo voltear a verlo.

—¿Qué te parece eso? —dijo— Uno más agregado a la lista de personas que hacen el ridículo con tal de captar la atención de La Huldra. Me sorprende la cantidad de idiotas que portan espadas y escudos.

Me incliné con los antebrazos sobre mis rodillas para poder ver mejor a Dagur.

—¡En eso estamos de acuerdo! —exclamé, con un sarcasmo mordaz.

El pelirrojo me dio una mirada burlona y regresó la atención hacia el zagal de la Arena.

Por alguna razón, Viggo había hecho que Dagur me acompañara a cuatro bases en lugar de a dos, como el resto de los integrantes del Consejo, por lo que sus constantes comentarios y bromas me acompañaron por más tiempo del que me habría gustado.

El combate inició, y terminó luego de media hora de acaloradas embestidas entre ambos guerreros. El ganador fue el mismo hombre que me había intentado coquetear. Extasiado por su triunfo, lanzó otro beso hacia mí y se arrodilló para hacerme una reverencia.

Intenté sonreír, pero estaba segura de que solo había conseguido hacer una mueca de incomodidad.

Me obligué a no rodar los ojos cuando escuché la molesta risa de Dagur.

Un par de combates más pasaron y entonces llegó el momento de presentar al primer competidor del día que lucharía contra un dragón.

Jack no dudó en darme su mano, y yo la tomé de forma automática como siempre lo hacíamos. Tras unos segundos, un carraspeo a mi lado me hizo mirar por el rabillo de mi ojo. Harald me observaba de la misma manera, con una expresión fría.

—Es mi mejor amigo —dije antes de que él pudiera hacer o decir algo—. ¿Tienes algún problema con eso?

Harald suspiró con pesadez.

—Yo no, pero tal vez los hijos de nuestros grandes inversores sí.

Rápidamente comprendí lo que había entre líneas.

—No estás diciendo lo que creo —respondí, entre dientes.

—No hagas nada que pueda comprometerte más allá de...

—Cada cosa que dices es lo que me compromete. No pienso hacer esa clase de favores.

—No pedí que los hicieras. Simplemente, se trata de jugar con las esperanzas de aquellos que están dispuestos a llenar nuestros bolsillos.

Jack apretó suavemente mi mano para llamar mi atención.

—Solo está provocándote —musitó—. No le des la satisfacción de caer.

—El mono albino se equivoca. Si quisiera provocarte, recurriría a otros medios que Viggo me facilitó en caso de que tú te pusieras difícil. Hasta ahora, considero que no ha hecho falta, pero en un futuro no se sabe. Todo depende de ti.

Come fly with me (Hipo y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora