Estrés, miedo e insatisfacción

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El sonido que hacían las hojas de las espadas al chocar entre ellas apenas se apreciaba debido a los gritos del público. Su bullicio me tenía considerablemente presionada, pero intentaba disfrazarlo de aliento.

Tal como supuse, esa misma mañana se me había informado que tendría mi primer combate como La Huldra en la Arena. Harald juró que esa decisión había estado fuera de sus manos, y el creerle o no realmente no tuvo importancia. Estaba bastante consciente de que había sido obra de Ryker y Gerd, el otro encargado, para compensar la pérdida de un inversor con las grandes apuestas a favor de La Huldra. Por lo tanto, estaba estrictamente forzada a ganar para hacerles recuperar su dinero, e incluso generarles más.

El sudor resbalaba por mis sienes y mi pecho subía y bajaba al compás de mi agitada respiración.

Por mucho que Ryker, Harald y los mismos encargados me estuvieran obligando a ganar, el oponente que me designaron no me lo estaba haciendo fácil, y quizá esa también era una estrategia de ellos para entretener al público e incrementar las apuestas.

Todavía no me había recuperado de la resaca, por lo que todo el ruido tanto de las personas en las gradas como de las espadas me retumbaba terriblemente, dejándome un dolor punzante que incluso llegó a cegarme en un par de ocasiones. No quería que eso fuera una ventaja para mi oponente, así que en ningún momento dejé de ser agresiva en mis embestidas y ágil en mis movimientos.

Mi rival era un hombre corpulento y de tamaño mediano, pero que era bastante veloz. Incluso me llegó a recordar un poco a Patán por sus características físicas generales y por su ego. 

Todos los peleadores estaban ansiosos por enfrentarse contra mí por aquella posibilidad que existía de ganarme, y entonces ellos podrían pavonearse por el continente hablando sobre cómo vencieron en combate a La Huldra Mortífera. 

Mis brazos ya temblaban por el cansancio, y aún así hacían lo posible por resistir los golpes contra mi escudo. Ambos jadeábamos y gemíamos en cada embestida, avivando el sonido de combate a la par de nuestras armas.

Como Hvitserk me aconsejó, busqué cansar a mi contrincante lo suficiente para hacerlo perder sus defensas. Sabiendo esto, por muy cansada que yo también estuviera, no podía bajar la guardia.

Realmente me sentía impresionada por lo bien que estaba peleando luego de tener una costilla rota, y aunque no quería pensar en eso durante la pelea para no distraerme, dejé que al menos me sirviera como combustible para continuar peleando con intensidad. Mi autoconfianza me estaba dando la firmeza de La Huldra para mantener una actitud retadora e intimidante. Aún así, dejé que mi técnica y fiereza hablaran por mí en lugar de mi imagen.

Me habría gustado poder usar mi arco, pues así estaría mucho más cómoda para pelear, pero no quería arriesgarme a dañarlo; mi arco no estaba hecho para utilizarlo como una espada, así que tenía que arreglármela a lo tradicional.

A este punto de la pelea, ya tenía a mi oponente donde quería, por lo que un par de agresivas embestidas más y lo tuve de rodillas frente a mí.

Hvitserk tenía razón: sacar toda mi impotencia y coraje en la Arena me hizo sentir una especie de liberación, aunque no sosegaba por completo el miedo que aún sentía. Y ver a aquel sujeto en esa posición, teniéndolo a mi merced, me remitió directamente a esa misma mañana, donde era yo quien estaba a merced de Ryker Grimborn en contra de mi voluntad.

El público gritaba con excitación y me animaban a terminar con él. Entonces, sosteniéndome de la furia de aquel recuerdo fresco y amargo, noqueé a mi oponente con un golpe en la nuca. Tras un par de segundos, su cuerpo cayó por completo a mis pies, anunciando así mi victoria.

Come fly with me (Hipo y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora