El prisionero del cayado Parte 2.

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-Hola, chicos.- musité con una sonrisa débil al ver a todo el grupo de jinetes a mi alrededor observándome.

Luna apareció a mi lado y apoyó su cabeza en mi costado, la acaricié suavemente aún con el cuerpo levemente rígido.

-¿Cómo te sientes?- Patapez preguntó colocando su mano sobre la mía.

-Y-yo, amm...- me sentía exhausta y con un fuerte dolor en la cabeza pero en realidad estaba distraída intentando recordar por qué me sentía así.

-Tranquila, no te esfuerces.- respondió el mismo jinete.

-Debes de tener hambre.- comentó Astrid a lo que yo asentí.- Iré a prepararte algo de comer.

Los chicos se me acercaron, alguno sentándose en las orillas de la cama y otros permaneciendo  de pie a mi lado.

Cada uno comenzó a bombardearme con preguntas sobre mi estado de salud. Ellos deberían de saber sobre eso más que yo, pensé. Yo tenía las mismas dudas y esperaba que pudieran responderlas.

-¿Cuánto tiempo he estado inconsciente?- pregunté al aire para que alguno de los jinetes respondiera.

-No tanto como temíamos.- respondió Hipo con la mirada fija en mí.

Apenas nuestros ojos se encontraron las personas a nuestro al rededor se desvanecían, o así es como me hubiera gustado que fuera.

-Así es, preciosa. De no haber sido por mí estarías...- Patán intervino en nuestra conexión visual pero casi de inmediato fue interrumpido por Heather.

-Por favor, Patán. No juegues con esto.

Desconocía lo que había pasado durante mi síncope así que no podía descartar de primera mano las intenciones de cualquiera de mis amigos. Apoyé mi mano en la de Patán estremeciéndome por las oleadas de frío que sentía.

-Gracias, Patán.- le regalé una sonrisa sincera, no porque en verdad pensara que me hubiera salvado, más bien porque el chico que siempre se mostraba narciso y egoísta ahora lucía preocupado por alguien que no era él mismo.

Él aludido me miró con asombro antes de clavar sus ojos en el suelo en un intento por disimular el creciente rubor en sus mejillas. Mi sonrisa de anchó con ternura por esto último.

-Creo que... yo...- comenzó a balbucear.- Los establos están sólo así que iré... allá.- se apresuró a salir de mi cabaña.

-¿Los establos? ¿Qué sucede en los establos?- pensé en voz alta.

De inmediato los cinco jinetes en la habitación compartieron miradas con complicidad.

-¿Alguien piensa decirle o lo hago yo?- arremetió Brutilda rompiendo el incómodo silencio que se había formado tras mi curiosidad.

-¿Decirme qué cosa?- dije con seriedad.

Genial, más secretos, más misterios, más incógnitas. Justo lo que el grupo necesita.

-No, Brutilda. Debe decirle alguien con delicadeza, acaba de despertar de un cuadro de hipotermia y no podemos alterarla. Se lo dejaremos a alguien con mayor tacto.- decía Heather de forma pausada y con un toque de reprimenda en su voz.

Acaba de decir "Hipotermia" ¡Ahora recuerdo!

-Te lo dejaremos a ti, Hipo.- la pelinegra golpeó el hombro del mencionado antes de salir de la cabaña acompañada del resto de los jinetes.

En cuanto el chico de una pierna y yo quedamos a solas intenté llamarlo para explicarle cómo había terminado así pero ni siquiera me dejó emitir sonido alguno, siendo él el primero en hablar.

Come fly with me (Hipo y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora