La intensidad de tiempos pasados

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Pasaron unos cuantos días en los que mis costillas mejoraron. Aún así, Declan continuaba haciéndome el chequeo semanal para cerciorarse de que mis pulmones estaban intactos, pues mi reposo no era absoluto debido a los entrenamientos. 

Las pesadillas se hicieron recurrentes, siempre sobre Balder. Por las mañanas despertaba con dolor en mi costado debido a mi respiración agitada. Durante el día, procuraba mantener la mente ocupada para no enloquecer con aquellos oscuros pensamientos y recuerdos.

Revolví mi comida, perdiendo el apetito poco a poco. Declan pareció notarlo.

—Te dije que una vez que pruebas mi sazón, la comida del comedor general sabe pésima.

Rodé los ojos y reí.

—Eres insoportable cuando te adulas a ti mismo.

—Si no es uno mismo, ¿quién más? —resopló y volvió a su plato.

Permanecí pensativa en que podía haber un trasfondo oculto en aquella respuesta. Y, nuevamente, sentí un poco de lástima por él.

—Está bien, tú ganas. Además, sí reconocí que cocinas delicioso en ese preciso momento.

El rubio me dio una mirada jactanciosa y tomó de su tarro.

—¿Estás nerviosa por las pruebas? —dijo luego de tragar y limpiarse los restos de aguamiel de la comisura de sus labios.

—¿Que tú no? —enarqué una ceja.

—¿Que tú no? —enarqué una ceja

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—Solo intento conversar. —hizo un mohín— Siendo sincero, la boca me sabe amarga de solo pensar en que en pocos días nos pondrán a prueba a nosotros como instructores por nuestros errores en Fuglen.

—Ya estábamos a prueba —corregí—. Contéstame algo: ¿Realmente Viggo cumpliría con todo lo que dijo que haría?

Declan bufó y me dio una mirada llena de ironía.

—En cuanto a lo de mandarme de campesino a otra base, puede que se toque un poco el corazón por ser el hijo de Aidan, aunque no es para nada su estilo; Viggo es un hombre de palabra. En lo que a los jinetes respecta, ten por seguro que lo cumplirá.

Endurecí la mandíbula y desvié la mirada a un punto que me permitía visualizar la entrada y una ventana junto a ella. Declan continuó hablando, pero mi atención se perdió cuando una figura bastante familiar para mí atravesó mi campo visual. Apreté mis manos alrededor del borde de la mesa, preparándome para tomar impulso y ponerme de pie. Esperé un segundo más hasta cerciorarme de que se trataba de la persona que creía y, una vez que fue así, dije:

—Ya vuelvo.

Por poco me olvidé de las muletas cuando me levanté para comenzar a caminar. Hice lo posible por andar rápido a pesar de la limitada libertad que tenía para moverme. Así, atravesé el comedor general y salí de él. A unos metros afuera, de espaldas a mí, se encontraba Jack, cabizbajo y usando una camisa holgada en lugar de su habitual sudadera.

Come fly with me (Hipo y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora