Sigue peleando

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El pánico hizo que mi cuerpo presentara una especie de bloqueo donde solamente mis manos eran capaces de mostrar cierta resistencia al apretar los brazos de Ryker en un vano intento de que me soltara. Había tanto miedo en mi ser que resultaba vergonzoso. Y aunque para mí los segundos fueron eternos, para él transcurrieron de forma normal, y por lo tanto, quizá no fue consciente del nivel de pavor que estaba provocándome. Por esto último, evité mirarlo fijamente para no dejarle ver el terror que le tenía. Pero en cuanto él me tomó de la quijada para levantar mi rostro, ya no estaba segura de poder continuar evadiéndolo.

Gemí por la presión de sus dedos sobre mi piel y por la desesperación de no encontrar una escapatoria. Mi arco se hallaba en el suelo, pues se resbaló de mis manos en cuanto fui aprehendida por Ryker. Este mismo lo pateó para que de ninguna forma pudiese alcanzarlo.

Las Escuderas, quienes finalmente reaccionaron ante lo que ocurría, levantaron sus armas y apuntaron hacia Ryker con una inmensa indecisión y temblor en sus manos. Sería inútil pensar en que eso iba a serme de ayuda, pues justo el punto de Ryker era probar que ni siquiera yo podía contra ellos.

El Grimborn se acercó a mi cuello y gruñó:

—Diles que bajen las armas.

Titubeé, por supuesto, y eso hizo que su agarre sobre mi mandíbula y mi muñeca incrementara a un punto insoportable.

Con la mirada les indiqué que acataran la orden. Todas obedecieron, pero Katrina fue la última en decidir bajar su espada, con un recelo del que no podía culparla. Apenas Ryker percibió que ya no lo estaban apuntando, pasó su nariz por mi piel de una forma repugnante y desvergonzada, sin importarle que las chicas estaban viéndolo. 

Desgraciadamente, entendía la posición en la que estaban las Escuderas, y el porqué no podían hacer nada ante lo que estaban presenciando. Ahí era donde recaía el punto de Ryker: nadie estaba por encima de ellos. Su tiranía era la que me tenía presa de aquel monstruo, con espectadores que en jerarquía estaban incluso más abajo que yo y que, por lo tanto, no podían ayudarme sin arriesgarse a sufrir terribles consecuencias.

Sentí una oleada de frío golpear mi cuerpo y una incomodidad que ya resultaba dolorosa para mi estómago. Empuñé los ojos, siendo yo la que sufría de aquella vergüenza que a él le faltaba. Entonces, haciendo chocar su asqueroso aliento sobre mi piel, me susurró:

—Dime algo, ¿acaso no te has dado cuenta de la forma en que los hombres te miran? ¿En serio piensas que tienes comiendo de tu mano al continente simplemente por disparar flechas? Cualquiera de los hombres que estaban mirándote desde las gradas no solo miraban tu cara bonita. ¿Quieres saber en lo que estaban pensando? Pensaban en todas las cosas que te harían de tener la oportunidad; se imaginaban teniéndote a su merced para complacer hasta sus más oscuras y retorcidas fantasías. Apuesto también a que más de uno se ha dado placer tan solo pensando en ti y lo harían una y otra y otra vez porque no pueden hacer más que eso. Pero, ¿crees que lo digo solo porque eso creo? ¡Pues no! —reafirmó su agarre violentamente al azotar mi cuerpo una vez más contra la pared— Es un hecho, princesa. Invitados, inversores, mercaderes, incluso encargados... A todos ellos los he escuchado hablar sobre las cosas que quisieran hacerte, del deseo que tienen por meterse entre tus piernas y utilizar tu cuerpo como se les plazca. —sollocé, aterrorizada y con el asco torturando mis entrañas— Hay cada animal allá afuera que me sorprende cómo es que no has comprendido que esta es tu realidad. Y en cambio, decides resistirte y pelear en lugar de aceptarlo y rendirte ante el placer carnal. Pero si esto para ti es un castigo, entonces lo haré con el mayor placer de todos con tal de hacerte la vida miserable, perra estúpida.

 Pero si esto para ti es un castigo, entonces lo haré con el mayor placer de todos con tal de hacerte la vida miserable, perra estúpida

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Come fly with me (Hipo y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora