La magia de darse a desear Parte 1

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Hipo:

A lo lejos, observé a Elsa y a Astrid caminar de vuelta al campamento. Por sus semblantes sonrientes, intuí que su visita a la cueva de los dragones había sido buena. Sin esperar a reunirme con ellas, yo también me entusiasmé por ir con Chimuelo.

Abrí mis brazos hacia las chicas, caminando para acortar la distancia.

—¡Esperábamos tener que venir a rescatarte! —bromeó Astrid—. ¿O es que lograste escapar?

Carcajeé.

—Algo como eso. ¿Todo bien?

—Sí —respondió Elsa—. Los dragones se encuentran bien, aunque muy aburridos.

—Tormenta casi destruye la cueva cuando nos vio. Y Chimuelo.., bueno, era obvio que esperaba verte también. En fin, ¿alguna novedad?

—De hecho, sí —hablé, tratando de no sentir culpa por la noche anterior—. Planeaba contárselos cuando regresara de ver a Chimuelo.

—Pero sería muy egoísta dejarnos con la duda.

Elsa rio tras el comentario de Astrid.

Con la cabeza, les hice una seña para que fuéramos a la cabaña y tuviéramos más privacidad del resto del campamento.

Una vez adentro, las chicas se sentaron en sus respectivos catres y yo fui a buscar la carne que compré para mi amigo.

—¿Y bien?

Me rasqué la nuca, buscando la manera de decir en voz alta lo que Astrid tanto alegó desde un principio. Quise saltarme los detalles, pues no quería tropezar con mis propias palabras metiendo a Ragga en esto.

—_______ no vendrá.

Tanto Astrid como Elsa permanecieron sosegadas ante esa información. Me esperaba algún <<Te lo dije>> de parte de la rubia, pero ella me sorprendió cuando simplemente suspiró y se encogió de hombros, con una mueca que se le asemejaba a una media sonrisa. Podía apostar a que estaba reprimiendo una expresión burlona, y se lo agradecí pues no me sentía con el humor para aguantarlo. Elsa, por su parte, agachó la mirada y se relamió los labios, pero en ningún momento pareció estar molesta.

Creo que les hizo bien visitar a los dragones.

—Nada que no nos hayamos imaginado —respondió Astrid.

—Lo único que nos queda, es movernos de base —añadió Elsa—. Para ello, necesitamos información.

—Podemos intentarlo con los mercaderes. Ellos siempre tienen la boca suelta.

—Claro, mientras haya un pago de por medio —dije.

—Déjanoslo a nosotras, tú ve con Chimuelo.

Asentí, con la bolsa que contenía la carne cruda entre mis manos

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Asentí, con la bolsa que contenía la carne cruda entre mis manos. Les di unas últimas palabras a ambas chicas en las que les pedía tener cuidado. Al salir, me dio sosiego ver el campamento bastante tranquilo.

Come fly with me (Hipo y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora