El secreto del éxito

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—¿Está todo bien?

—Claro. ¿Por qué lo preguntas?

Inconscientemente llevé una mano a mi hombro, creyendo que otra vez estaba siendo delatada por los moretones sobresalientes de mi cuello.

—Estás muy sonrojada —respondió Gunnar—. ¿Acaso...? —tras señalar discretamente con la mirada hacia el chico de largo cabello que estaba sin camisa al fondo del taller, dejó la pregunta en el aire.

—¿Qué? ¿A qué te refieres?

—¿Te gusta? ¿Te incómoda?

—¿Ah? ¡No, claro que no! Es solo que... me siento feliz de verte y de por fin estar terminando esta gira.

—Debes de estar muy estresada —dijo, a la vez que martilleaba sobre el metal de una nueva arma.

—Lo mismo digo —respondí, observando el trabajo que hacían sus manos.

Desde que llegué al taller de Gunnar, noté el movimiento que había dentro del lugar debido a la cantidad de trabajo

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Desde que llegué al taller de Gunnar, noté el movimiento que había dentro del lugar debido a la cantidad de trabajo. Según mi abuelo, siempre que había temporada de peleas, los turistas y también los clientes frecuentes aprovechaban para adquirir nuevo armamento. Y ya que él contaba con una extraordinaria reputación como armero, era de esperarse que todo el mundo quisiera comprar sus armas. La carga de trabajo era muy grande, pero Gunnar ya estaba preparado para eso, así que utilizó a sus tres aprendices de apoyo.

Por mi parte, permanecía sentada en una esquina del taller donde no estorbaba, pero también podía estar relativamente cerca de Gunnar para platicar con él, aunque, por supuesto, nuestra plática no era tan profunda debido a la falta de privacidad.

—¿Qué tal todo con Declan Gallagher?

Con solo escuchar su nombre, sentí los colores subirse a mi rostro, y las imágenes de esa mañana se revivieron en mi mente de manera inevitable. Sacudí la cabeza y traté de serenarme para no evidenciar la razón de mi sonrojo.

—¿Por qué preguntas?

—Pues, estabas durmiendo en su casa, ¿no?

Ya que tenía la mirada desviada, pude ver cómo aquel comentario fue del interés de los aprendices, quienes hasta ese momento habían tratado de mantener la atención en su trabajo y no en mí.

Venga, Gunnar. ¿Por qué la indiscreción?

—Estaba atendiendo mi fractura —aclaré enfáticamente—. Por eso me estaba quedando en la habitación de pacientes. Sabes, esperaba que preguntaras sobre cómo seguía de mis costillas, no sobre Declan.

El hombre mayor torció una sonrisa.

—Soy viejo, pero no tonto. Tengo los suficientes años para reconocer esa clase de brillo en sus ojos cuando te mira.

Come fly with me (Hipo y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora