El arte de las especias

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Al día siguiente, sin que Declan se enterara, volví al campamento de Ryker para buscar a Hvitserk y agradecer sus atenciones durante mi castigo. Ignoré las miradas y comentarios de los primates para los que trabajé por casi dos semanas.

—¿Qué tenemos aquí? —comentó Ryker, de brazos cruzados— Ya estarás feliz...

Levanté una mano para hacerlo callar. El Grimborn se mostró ofendido y dispuesto a protestar pero yo hablé primero:

—Estoy buscando a Hvitserk.

Ryker se tronó los dedos de las manos y se cuadró.

—Se fue. Tiene asuntos pendientes en Hunaland.

Apreté los dientes y, después de musitar una ligera maldición, me di la vuelta y me alejé del campamento. Ryker pareció haberse mordido la lengua y me dejó ir sin más.

Durante los siguientes días me ocupé en entrenar a la JC, siempre regresando a casa de Declan para reposar el resto del día. 

Una noche, de esas que auguraban algo bueno para el amanecer, recibí la visita de Edith. Declan le indicó que pasara al cuarto de pacientes y se fue para darnos privacidad.

—Fuiste muy buena conmigo cuando pasó... ya sabes, así quise venir a ver cómo estabas. En los entrenamientos no sabía si sería prudente hacerlo.

—Te lo agradezco. Me encuentro mejor, en serio. Declan se ha encargado bien de mí y por eso insiste en que me quede aquí.

—Ah... seguro es solo por eso —comentó por lo bajo, pero igual pude escucharla.

—¿Qué?

—Nada —se apresuró a decir—. Como sea, es bueno que se lleven mejor. —comenzó a mirar de un lado a otro, sospechosa. Se puso de pie y se dirigió a la puerta para cerciorase de que Declan no estuviera cerca. Sin hacer preguntas, me limité a observarla, pero la curiosidad comenzó a impacientarme. Cuando estuvo segura de que estábamos solas, entonces habló—: Rayla me pidió que te dijera que mañana habrá reunión. Ella no sabe que te estás quedando aquí y yo tampoco lo sabía con certeza. En parte, por eso quise venir a verte.

—Bien —respondí.

—¿Crees poder escaparte de aquí?—enarcó una ceja y le dio un vistazo a la habitación.

Edith mostraba cierto retraimiento al momento de hablar conmigo; sonaba seria y apagada. No parecía actuar conforme a su edad, y aunque eso nunca había sido extraño en los chicos de la JC, Edith siempre fue un caso especial; era infantil, pero sin dejar de lado la frescura e ímpetu de sus dieciocho años. Por mi parte, mi ánimo estaba por los suelos así que también me costaba seguir el hilo de la conversación de forma normal. Claro estaba, al menos para mí y Declan, que el asunto de Balder me tenía descompuesta. Me sentía constantemente enferma y asqueada. 

 

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Come fly with me (Hipo y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora