El corazón de Kattegat Parte 2

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_______:

—¿Pero qué estás diciendo? ¿Es una especie de broma? —dije, sardónica.

—Lo que oíste: ven conmigo. Ella sería tu compañera y tú su jinete —habló de una forma que me hizo pensar que se estaba guiando por sus impulsos.

—No puedo... ¿Qu-qué se supone...?

—¿Tienes a donde ir? —arqueó una ceja.

Guardé silencio y pensé unos segundos antes de contestar:

—¿Sólo así? No sabes quién soy, de dónde vengo o porqué estoy aquí. ¿Qué ganarías haciendo esto, un acto de buena bondad para rescatar a una náufraga? No necesito ser muy lista para saber que todo es parte de un arranque de locura y altruismo.

Entonces, su semblante pasó a mostrarse pensativo.

—Tienes razón... ¿Cómo te llamas? 

Relamí mis labios, los cuales estaban secos y rotos. Tenía la certeza de que estaba hecha, en general, un desastre, y su mirada indiscreta me lo confirmaba.

—Soy _______. —respondí, aún dudosa.

—¿De dónde vienes?

Tragué saliva, deseando no tener que responder. Sin embargo, su curiosidad pesó sobre mí.

—Kattegat.

—Jamás he escuchado hablar de Kattegat. 

Desvíe mi mirada de la suya, encontrándome con los dos dragones atentos a nuestra conversación.

—No importa... Ya no existe —dije, de una forma tan fría que incluso me sorprendió.

Él suavizó su rostro, y en sus ojos esmeralda pude encontrar cierta compasión, pero eso era lo que menos necesitaba. 

—¿Quieres hablar sobre e...

—¡No! —refuté, tajante.

El castaño suspiró y asintió lentamente.

—Ven conmigo _______ —repitió—. Si no quieres contarme sobre tu pueblo, está bien, lo entenderé. Pero estás sola, apenas si podrás sobrevivir comiendo manzanas, pasas frío y puedo apostar a que estás más herida de lo que parece.

La forma tan persuasiva y cálida en la que hablaba me hizo sentir un estremecimiento y un vuelco en el corazón.

¡Dioses! Fue como haberlo escuchado... a él.

Entonces, la realidad me cayó encima como un balde de agua helada, y por consiguiente, mis ojos comenzaron a cristalizarse.

Antes de que mis emociones salieran a flote, espanté todo pensamiento nostálgico para poder responderle. Pero no había mucho que responder, pues mi instinto de supervivencia sabía aprovechar una buena oportunidad por sobre mis inseguridades, aunque mi recelo me advirtiera que no bajara la guardia.

Me giré hacia ese ser tan fascinante que logró cautivarme con solo una mirada. Por supuesto que tenía mis dudas, y no me culpaba por ello, pero de igual forma me mostré con sumo interés.

—De acuerdo. Pero, ¿qué se supone que pasará? ¿Llegaré a un lugar en donde seré una extraña inadaptada que ni siquiera sabía que existían los dragones? ¿Solo así?

—Sí —dijo, con una firmeza intimidante.

—Necesitas más que eso para convencerme —reté, queriendo ser yo la desafiante.

Y sí, mi actitud era un intento de conservar un escudo mental y emocional para evitar caer de rodillas y llorar en posición fetal cual bebé.

Hipo se me acercó y me tomó del hombro, haciéndome respingar. Su tacto me puso nerviosa, pero en lugar de pedirle que no me tocara, opté por aparentar firmeza.

Come fly with me (Hipo y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora