Dioses, ayúdenme

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Hipo:

La cena transcurrió con una silenciosa calma que resultaba reconfortante tras algunos días turbulentos. Además, el calor de la fogata bastaba para mantener una calidez que contrarrestara el frío. De fondo, la respiración de Chimuelo y algunos ronquidos casuales acompañaban a los sonidos naturales del entorno.

En circunstancias como estas, me sentía afortunado de tener un poco de paz, y también de tener la comida suficiente para saciar nuestros estómagos. No quería parar de comer por más lleno que me sintiera, y me di ese lujo sabiendo de antemano que no privaría a las chicas de algunas raciones extra en caso de que quisieran comer más.

De pronto, Elsa se puso de pie y nos informó que estaba demasiado cansada, así que iría a dormir. Antes de marcharse, a través del reflejo de las flamas en su pálido rostro, vi una expresión de advertencia. Justo después, señaló discretamente con sus ojos a Astrid, quien aún seguía concentrada en su cena. Por unos segundos, hubo una batalla de miradas entre Elsa y yo de la que la rubia ni siquiera se dio cuenta.

Sabía lo que significaba: Elsa quería que hablara con Astrid.

Ay, Thor. Ayúdame en esta.

Cuando la albina entró a la tienda y quedé a solas con la rubia, tardé en decidirme a hablar, pues no quería ser inoportuno. Me limité a mirar el pedazo de carne que estaba por llevarme a la boca mientras le daba vueltas al asunto.

Finalmente, me animé y llamé su atención.

—Y... —canturreé— ¿Cómo estás, Astrid?

Ella, por supuesto, frunció el entrecejo, pero respondió de manera sencilla:

—Bien. —se encogió de hombros— ¿Por qué lo preguntas?

—Solo por curiosidad. No está de más preguntarlo de vez en cuando.

—Supongo que sí —dijo, no muy convencida—. ¿Hay algo que quieras decirme?

Bien, aquí vamos.

—¿Y tú?

Nos conocíamos tan bien que al mirarnos directamente a los ojos, los dos supimos que teníamos algo por resolver.

—¿Qué fue lo que te dijo Elsa?

—No mucho. Pero me aconsejó hablar contigo, y estoy dispuesto a escucharte. Quiero saber qué es lo que piensas.

—Es que... —desvió la mirada— ya hemos hablado.

—Repito: quiero saber lo que piensas, no lo que ya dijimos.

—¿Y por qué? —cuestionó, endureciendo su timbre.

—Eres mi amiga, Astrid. De hecho, eres mucho más que eso. No lo compliques.

—No sabes lo complicado que ya es para mí. Y, tienes razón, no debo complicarlo tampoco para ti, así que te pido que me dejes reservarme esto.

Suspiré y eché los hombros hacia abajo para después apoyar los codos sobre mis rodillas.

—Escucha, hemos... —suspiré— Tú y yo hemos pasado por mucho juntos. Eres muy especial para mí en varios aspectos y lo sabes.

—Eso no va a...

—Escúchame, por favor —hablé, serio—. Sabes bien que somos un equipo, y siempre ha sido así. Jamás han importado las circunstancias, y ahora no es la excepción. Me preocupa que tengas algún problema conmigo y no podamos tener la misma confianza de siempre para solucionarlo. Habla conmigo, Astrid. Dime qué es lo que pasa. No pienses que toda esta situación solo se trata de mí o de _______. Reconozco que no he tenido mucha cabeza para pensar en que, a fin de cuentas, tú y Elsa tienen sus propios asuntos mentales..., y eso no es menos importante. Por favor, Astrid, habla conmigo.

Come fly with me (Hipo y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora