Momento de vulnerabilidad

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El frío en mi cuerpo se intensificó en el instante en que las puertas de la oficina se abrieron. Dentro, ya estaban los miembros del Consejo reunidos en un círculo que abarcaba casi toda la habitación. Al centro, dos sillas vacías nos dieron una idea de lo que nos esperaba, y yo reviví en mi cabeza aquellas horas de tortura mental de la que aún no me recuperaba.

Declan y yo no dijimos palabra alguna de camino a la oficina, por lo que el silencio reinó entre nosotros y permaneció hasta que Viggo preguntó:

—Y bien... Van a decirnos cómo lo hicieron. Es una orden.

Yo no hice más que mirar mis manos nerviosas sobre mi regazo, haciendo un esfuerzo sobrehumano por no temblar frente a esa cantidad de intimidantes hombres.

—¿Hacer qué? —murmuró Declan después de un rato, con la voz ronca.

—¡No se hagan los imbéciles! —exclamó Dagur.

—Saben bien de lo que hablamos —dijo esta vez Aidan, tan calmo que resultaba frívolo.

—Suficiente tuvimos con su artimaña de pasarse el Beleño Negro —habló Viggo, endureciendo su voz con cada palabra—, y que por cierto, aún no termino de comprender el motivo de hacer tal estupidez. En esta ocasión, no se suponía que La Huldra fuese quien ganara, pero ustedes jugaron tan sucio que de alguna forma consiguieron hacerla ganar. Entonces, nos van a decir en este mismo momento cómo lo hicieron.

Intentando dejar de lado la rigidez en mi cuerpo, moví mi cabeza en negación, lo que les dio a entender erróneamente que no les daríamos la información que querían, cuando en realidad intentaba expresar que no existía ninguna artimaña detrás de mi triunfo.

Más pronto de lo que pensaba, sentí un par de manos sobre mis hombros que apretaban mi piel fuertemente. Por desgracia, supe quién estaba detrás de mí. Mis extremidades ya no pudieron reprimir el temblor y se dejaron vencer por el miedo.

Con una urgencia sumisa, me apresuré a decir:

—No hicimos nada, en serio.

—Estamos diciendo la verdad —agregó Declan—. Ella ganó de forma justa.

La habitación entera se llenó de las risas de aquellos tiranos.

—¡Por Odín! —exclamó Viggo—. ¿En serio van a venir a decirnos que una escuálida y moribunda Huldra Mortífera le ganó de forma justa a un guerrero bajo el efecto del Beleño Negro?

—La droga también hizo efecto en ella —argumentó el rubio a mi lado—. Además, ningún guerrero, por muy drogado que esté, soportaría las palizas en la cabeza que ella me dio.

 Además, ningún guerrero, por muy drogado que esté, soportaría las palizas en la cabeza que ella me dio

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—¿Entonces estás diciendo que recuerdas el combate? —le preguntó su padre.

Declan agachó la mirada unos segundos y apretó sus labios en una fina línea.

Come fly with me (Hipo y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora