Tormentoso destino

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Hipo:

Por la mañana, todo el equipo se reunió en la sala de juntas del castillo para dar los últimos detalles al plan. Todos se mostraban ansiosos, más de conocer un nuevo reino que de volver a Berk.

Nos preparábamos para partir, no sin antes recibir una cordial despedida de parte de nuestros anfitriones.

—Considérense bienvenidos en Arendelle cuando lo deseen. Ahora que somos aliados nos mantendremos en contacto —dijo amablemente la reina.

—En nombre de los jinetes, agradezco profundamente su hospitalidad, su comprensión... y apoyo —dije con una reverencia—. Pero si no es mucha indiscreción, su alteza, y espero no poner en duda su decisión, ¿por qué quiere ayudarnos?

La peliblanca carraspeó sutilmente antes de contestar.

—Primero que nada, llámenme Elsa. En cuanto a tu pregunta—pausó mientras parecía sumergida en algún pensamiento—, pienso fielmente que nunca necesitas de una razón para hacer el bien.

Sonreí y asentí con una aire de esperanza. Me despedí de la reina con una reverencia, seguido del resto del grupo.

—Espero que de vez en cuando nos visites, solamente evitemos la parte en la que me golpeas ¿de acuerdo?—_______ rió con gracia mientras deshacía el abrazo entre ella y Jack.

—No lo sé, le restaría emoción a mi llegada.

Luego de que cada uno estuvo sobre sus dragones, emprendimos el viaje a Berk, el cuál resultó mucho más rápido en comparación con el de la Orilla a Arendelle.

—Apenas lleguemos, mandaré un correo del terror a Patán y Patapez con la ubicación del reino para que nos vean allá —comenté mientras descendíamos, pues ya estábamos a pocos metros del muelle de Berk.

—Por cierto, ¿cuál es el nombre del reino? —preguntó Astrid.

—Ah, no lo recuerdo bien, por aquí debe estar. —saqué de mi bolsillo el papel dónde Elsa había escrito las indicaciones.

—¡Furía Nocturna!

—¡Son los jinetes!

Los gritos de unos aldeanos cerca del muelle anunciaron nuestra llegada, de inmediato algunos vikingos se acercaron mientras nosotros aterrizábamos.

Inmediatamente busqué a mi padre con la mirada, sin embargo no pude hallarlo así que comencé a caminar hacia mi casa.

—¡Hipo! ¡Que gusto verte! Creímos que tendríamos que esperar a que te creciera barba y bigote para tenerlos por acá.

—Sólo han sido unos meses, Bocón —me detuve en el taller de mi antiguo maestro—. Oye, ¿has visto a mi papá?

—No tan rápido, chico —río—. Hay algunas historias que me gustaría escuchar sobre el exterior, cuéntame un poco.

—Lo haré, pero antes necesito hablar con él.

—¿Ha pasado algo? ¿Cómo sigue _______?

—Está bien, se quedó en el muelle con los demás —mi voz ya reflejaba la impaciencia que sentía, así que Bocón no tuvo otra opción que decirme el paradero de mi padre.

—No debe tardar, fue al terreno de la costa a arreglar unos asuntos con el viejo Jorgen(1) —suspiró.

Tomé asiento en una silla colocada cerca de mi antigua mesa de trabajo, sobre ésta aún se hallaban mis antiguos bocetos de mecanismos de todo tipo, intactos, algunos sin terminar. Pasé mis dedos sobre las hojas, como queriendo tantear aquellos momentos cuando mi tiempo lo dedicaba a mis trabajos en la herrería, tiempos en los que era demasiado débil como para hacer algo más por el pueblo.

Come fly with me (Hipo y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora