El prisionero del cayado Parte 1

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-Lo atrapamos aquí pero deberías ver lo que hizo con la arena de entrenamiento.- acusó el hermano Torton.

Hipo escudriñó al extraño individuo de cabellera albina como si se tratase de una especie nueva de dragón; éste se encontraba sentado en el suelo de la jaula en la que los gemelos, con ayuda de los dragones, lo apresaron para que no pudiera escapar. Su espalda y cabeza estaban recargados en la pared con indiferencia y un toque de socarronería.

El líder de los jinetes se arrodilló para quedar a la misma altura que su prisionero, carraspeó y se cuadró en posición desafiante.

-¿Así que tú eres el culpable de todo esto? Ya sabes, la nieve... el congelamiento del estanque y parte de mi base.- interrogó amenazante con la voz áspera.

El interrogado ladeó una sonrisa burlona sin cooperar con el sujeto de una pierna de metal, lo que provocaría cierto enfado en el testarudo vikingo.

-No ha respondido a nada de lo que le hemos preguntado, creímos que contigo sería diferente.- añadió la gemela cruzándose de brazos.

-No me hagas repetirlo dos veces.- advirtió amargamente pero recibió la misma respuesta nula.- Claro, creo que es obvio.- soltó una risa sardónica.- No me gusta subestimar a nadie pero esperaba algo más... grande.

Nuevamente no recibió respuesta alguna, se enderezó sin dejar de sostenerle la mirada al presidiario.

-Por cierto, esto estaba con él.- el hermano le tendió el cayado para que el Abadejo pudiera inspeccionarlo con detenimiento.- Con eso es con lo que congela las cosas.

Hipo pasaba su mirada del bastón al dueño de éste con recelo. Lo tomó con fuerza y lo estrelló contra su rodilla en un intento por destruir lo que le parecía una rústica arma. Gruñó al no conseguir más que un ligero dolor en su rodilla, despertando una carcajada de parte del albino.

-No puedes romperlo.- fueron sus primeras palabras desde su aprensión.

-Oh, descuida. Se me ocurren varias formas de estropearlo.- amenazó a regañadientes sin abandonar su posición desafiante.- Te lo preguntaré por las buenas. ¿Fuiste tú quién la dejó inconsciente?

-¿A quién?- el acusado fingió desentendimiento.

-Sabes de quién hablo.- refunfuñó el zagal de difícil temperamento.

El par de joyas azules se adhirieron a las esmeraldas en un peligroso juego que al invasor no le convenía jugar. Nuevamente se formó silencio, dándole a Hipo la respuesta que ya sospechaba y resultaba evidente.

Los gemelos aguardaron detrás a cualquier orden o decisión que su amigo indicara para tomar represalias contra el enjaulado chico que ahora lucía indefenso sin su extraño bastón.

-Bien, entonces lo haremos por las malas.- finalizó caminando directo a la salida.

El blanquecino se alarmó al ver que Hipo se iba con el cayado en manos, acercó su cuerpo hasta pegarse a los barrotes de la jaula captando la atención de todos, incluyendo la del difícil jefe quien se volteó al escuchar las descoloridas manos del chico chocar contra el metal.

-¿Qué estás haciendo?- preguntó impotente.

El desasosiego del muchacho provocó en Hipo una sonrisa de regocijo al descubrir la intranquilidad que causaba en éste el no tener con él su bastón. Incluso lo comparó con la conexión emocional que tenía _______ con su arco; sacudió su cabeza para evitar distraerse y mantener su temperamento.

-No verás a tu juguete por un rato, al menos hasta que decidas cooperar.- el heredero de Berk continuó con su caminata a la salida pero fue interceptado por Astrid antes de llegar a la puerta.

Come fly with me (Hipo y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora