Tan efímero como una flecha en el aire

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Dos días pasaron y mi garganta finalmente se mejoró; aunque mi voz seguía escuchándose ronca, podía hablar sintiendo solo una mínima molestia. Declan no paró de cuidar de mí, afirmando siempre que lo haría por cualquier persona. Pero también dijo que, si no lo hacía, Viggo posiblemente lo castigaría por no darle las atenciones adecuadas a <<La princesa de Vanaheim>>. Inevitablemente rodeé los ojos por aquello, pero de igual forma me mostré agradecida.

El tiempo encerrada en la habitación de huéspedes, que ya consideraba como mía ya que Declan rara vez dejaba que alguien estuviera allí si no era por fines necesarios, resultaba aburrido y tedioso. Me costaba trabajo distraer mi mente y no centrar mis pensamientos en Jack, Balder, Hipo, e incluso Heather. Pasaba bastantes horas del día afligiendo mi corazón con recuerdos y suposiciones poco claras sobre lo que podría estar pasando con Jack, o lo que estarían haciendo en este momento los jinetes, cómo estarían y si se encontraban a salvo.

No volví a ver mi reflejo desde que desperté del ataque, pero Declan se encargaba de decirme que mi aspecto también había mejorado un poco, lo cual tomaba como un cumplido.

El rubio se encontraba preparando la cena. Cuando terminó, entró a la habitación para revisar mis vendajes y heridas. Su ceño estaba fruncido y relamía constantemente sus labios en un gesto de concentración que incluso llegaba a intimidar.

—Increíble —dijo mientras examinaba mis costillas—. Tu resistencia al dolor es muy grande. Un hombre promedio se estaría retorciendo y lloriqueando con una lesión así.

A pesar de que las molestias que sentía seguían estando presentes, me permití tomarlo con humor.

—Eso es porque nuestro margen de dolor es mucho más alto que el de los hombres —respondí—. Tenemos que aguantar muchas cosas, como parir, entre otras golpizas que nos mete la vida.

Declan carcajeó.

—Ya veo que no está en tus planes ser madre.

—¿Traer a una criatura a este mundo por placer propio? Tampoco soy un monstruo, como los demás piensan.

—Eso depende de tu perspectiva. Y ya veo que no eres muy optimista.

Fruncí el ceño.

—¿Te parece que quiero ser optimista ahora? —enarqué una ceja. Declan cedió y me dio la razón en ese punto— Pero, hablando en serio: muchas gracias, Dec. Gracias por tus atenciones y tu ayuda... ¡Ah! —gemí de dolor cuando él colocó su mano sobre mis costillas para tantearlas antes de colocar un nuevo vendaje.

—Es mi trabajo, _______. Soy el curandero, esto es lo que hago.

—Claro, no has parado de repetirlo. Aún así, no está de más agradecer. Lo estás haciendo genial.

—Viggo no pensaría lo mismo.

—¡Al diablo con Viggo! —bufé.

Declan esbozó una sonrisa que intentó disimular agachando la mirada. Después de unos momentos, dijo:

—Listo. Ahora déjame ayudarte para que vayamos a cenar.

Con cuidado, pasé mi brazo por los hombros de Declan para tomarlo como apoyo. Con mi mano libre tomé una muleta y me acomodé para comenzar a caminar, con el rubio a mi lado.

—Lo único bueno de recibir una paliza es que puedo disfrutar de tu comida mientras me recupero.

Paré de golpe en medio del pasillo cuando Declan giró su rostro hacia el mío, quedando tan cerca como para sentir su aliento contra mi frente.

Come fly with me (Hipo y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora