Las voces del subconsciente

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Las manos masculinas me recorrieron con necesidad mientras su boca repartía vehementes besos por mi cuello. No recordaba cómo habíamos llegado ahí, pero en la habitación se sentía un calor tan intenso que pronto ambos nos encontrábamos cubiertos por una capa de sudor.

Mi cuerpo se retorcía por sí solo con cada beso y cada caricia. Sentí una necesidad tan carnal que me quemaba por dentro, y no pasé por alto lo extraño que eso me parecía.

—¿Qué estamos haciendo? —le pregunté.

—Lo que ambos queremos.

Esa respuesta también me resultó extraña, pero me bastó para no volver a hablar.

Aferré las manos a su fuerte espalda, incómoda porque él aún estaba vestido. Conocía solo algunas partes de su cuerpo, pero incluso viéndolo con ropa, podía decir que me excitaba.

Él se separó por unos instantes y sus ojos esmeralda recorrieron mi cuerpo entero. Para cuando me dí cuenta, ya me encontraba desnuda de la cintura para abajo.

Las yemas de sus dedos recorrieron mis muslos, provocándome un candente cosquilleo que se trasladó hasta mi zona íntima. Los suspiros fueron apenas una muestra de lo mucho que lo disfrutaba, pues en realidad eran mis ojos conectados a los suyos los que le transmitían el verdadero placer que me hacía sentir con tan solo pequeños roces.

Mi espalda se arqueó cuando su mano tocó finalmente mi feminidad y la masajeó con movimientos suaves. Después, y sin previo aviso, dos de sus dedos se introdujeron dentro de mí.

El gemido que salió de mi garganta lo hizo sonreír, y fue esa sonrisa la que más grabé en mi mente.

Aún con sus dedos adentro, comenzó a moverlos hacia arriba y hacia abajo sucesivamente. Mis gemidos incrementaron por lo bien que eso se sentía, y subí mi cadera al ritmo de sus movimientos para que no parara.

Las venas en sus brazos se marcaban por la fuerza que este ejercía para seguir penetrándome. Eso, combinado con el pervertido sonido que él provocaba al mover sus dedos en mi mojada vagina, me tenían muy excitada.

Deseé tanto arrancarle la ropa que ya no me resistí. Me reincorporé un poco y tomé los bordes de su playera para subírsela. Él sacó sus dedos para terminar de despojarse de la prenda y dejar al descubierto su bien formado abdomen.

Me relamí los labios, mirando su cuerpo descaradamente.

Él tomó mi quijada con fuerza y levantó mi rostro para obligarme a mirarlo. Entonces, se me acercó para besarme con violencia. Le correspondí al instante, pasando mis manos por su pecho y comenzando a descender.

De un momento a otro, cuando decidió que ya había sido suficiente, me tomó de los muslos y me recostó con un pequeño brinco para acomodarme en la cama. Se subió encima de mí y presionó su entrepierna contra la mía. Aún con su pantalón puesto, podía sentir perfectamente lo duro que estaba, y también el prometedor tamaño de su miembro.

Sus rubias guedejas me hicieron cosquillas mientras él repartía algunos besos en mi mentón, pero subió la mirada luego de que jadeara fuertemente por sus movimientos de cadera que provocaban que nuestros sexos se frotaran.

—¿Te gusta, Bichito? —dijo, con una sonrisa pícara en sus labios.

—Oh, calla.

Come fly with me (Hipo y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora