La JC

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Humedad y licor. Esas eran las dos primeras palabras que se me venían a la mente estando en Vanaheim, al menos debido al olor que se percibía de primera instancia. 

Ryker me había conducido a la cabaña que habitaría de ahora en adelante, no sin antes escudriñarme de pies a cabeza, dejándome un sabor amargo y un cosquilleo en la espina dorsal.

Afortunadamente para el momento de mi llegada la habitación se encontraba a solas, por lo que me dispuse a hacer uso de la bañera personal que tomaba lugar al fondo. Apenas entré, el agua comenzó a teñirse de rojo debido a los restos de sangre en mi cabello. Al pasar la mano por la herida en mi cabeza noté que el dolor había disminuido hasta hacerse similar al de un moretón muy grande, aunque de igual forma me ocupe de sanar mis lesiones tanto en la cabeza, costillas y hombro.

Me senté sobre el lecho meditando sobre la decisión que había tomado. Imágenes de los jinetes y dragones en DunBroch azotaron en mi mente con violencia. Podía sentir todavía la sensación de fuego por el ambiente y el ruido de las espadas al chocar, misma sensación que un día me atormentó luego de la caída de Kattegat.

Los ruidos de hojas siendo pisadas me alarmaron así que, sigilosa, me acerqué a la entrada agudizando el oído. Abrí cuidadosamente la puerta, encontrándome inmediatamente con un grupo de personas que se hallaban paradas al rededor de la cabaña.

—¿Qué está pasando? —solté al aire.

—Viggo prefiere que te tengamos vigilada, al menos en tu primera noche —respondió un zagal de aspecto joven con un ápice de indiferencia.

—Claro. —rodeé los ojos y me dispuse a volver adentro.

Los minutos pasaron y con ellos mis fuerzas disminuían. Contrario a lo que pensé, Heather no se apareció por la cabaña en lo que restó de la noche y eso me brindó un poco de estabilidad emocional así que pronto me vi sumida en medio de un sueño profundo.

Me desperté debido al estrepitoso chirrido de la puerta siendo abierta de manera abrupta, al reincorporarme me topé con el rostro circunspecto de Heather.

—¡Arriba! Viggo quiere verte antes de presentarte con los chicos de la JC —ordenó cruzándose de brazos y aguardando por mi despabilo.

No pude reprimir mi mirada furibunda al tenerla plantada en frente mío, sin embargo igualmente seguí la orden. Ambas salimos de la cabaña en silencio y la azabache me encaminó a la oficina de Viggo. Fue hasta entonces que pude hacer un reconocimiento del terreno, pues anteriormente me lo impidió el saco en mi cabeza y, cuando finalmente me la quitaron y salí para ir a mi nueva casa, la poca luz de la noche. 

Vanaheim estaba constituido por una serie de construcciones, algunas de mayor tamaño que otras, al igual que cabañas y tiendas tanto de campamento como de comercio, al menos hasta dónde pude ver. La oficina de mi nuevo jefe se localizaba al costado de un fuerte rocoso que servía como base trasera de gran altura. 

Una vez que estuvimos tras la puerta, la azabache me dio una mirada de soslayo para después tocar y aguardar junto conmigo. En cuanto Viggo abrió, sólo yo me adentré en el lugar para quedar a solas con él.

—El contraveneno ya fue enviado a DunBroch con suma discreción. Mi parte del trato está hecha —informó apenas la puerta se cerró.

—Una parte —aclaré minuciosa.

El castaño asintió sin menearse demasiado.

—¿Has pasado una buena noche? —dijo de la manera más simple.

—Eso... creo —respondí con un aire de confusión por el interés.

—Mientras estés aquí no deberás preocuparte por comida o techo, siempre y cuando cumplas con tus deberes.

Come fly with me (Hipo y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora