La luz entre la niebla

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Hipo:

Di un respingo cuando sentí las pequeñas manos de Elsa sobre mis hombros.

—Calma, estás muy tenso —dijo.

—¿Puedes culparme, reina?

Ella esbozó una sutil sonrisa.

—En absoluto.

Regresé mi atención al mapa de la base que El Comandante había trazado para nosotros. Llevaba varios días analizándolo y memorizándolo, como si en él buscara alguna respuesta a todas mis preguntas, o el valor para afrontar mis inseguridades. 

Elsa permaneció a mi lado. La tienda era apenas iluminada por un par de velas, así que los dos nos colocamos muy cerca del otro para observar mejor. Me agradaba que su cercanía me hiciese sentir cómodo; un sentimiento completamente distinto al que tendría con Ragga, o incluso con Astrid.

—No va a ser fácil entrar a las cámaras —dijo la albina.

Con un mohín y un movimiento de cabeza le di la razón.

Los dos continuamos hablando sobre algunos detalles del plan. Después de unos minutos, una agitada rubia entró a la tienda y bebió agua de una de las cantimploras.

—¿Todo bien en tu entrenamiento? —pregunté amablemente.

Astrid asintió, con las mejillas infladas por el líquido en su boca.

Quería entablar alguna conversación con ella, por muy burda que fuese. Pero, desde que tuvimos aquella charla, las cosas continuaron siendo tensas. Tal parecía que ella se negaba a fingir que nada de eso había sucedido, y en realidad no tendría porqué hacerlo, pero su actitud aún me inquietaba.

Por el rabillo de mi ojo la miré acostarse sobre uno de los camastros y descansar. Entonces regresé mi atención a Elsa y al mapa.

Me sorprendía el conocimiento cartográfico que la reina tenía. Según lo que ella dijo, fue parte de su formación real, por lo que dominaba bastante bien el lenguaje de los mapas. Sin embargo, la forma en que Elsa movía sus dedos con impaciencia me dejaba ver la inquietud que llevaba dentro.

Tomé su mano suavemente, buscando transmitirle todo mi apoyo y empatía.

—Él ya está aquí —le dije, suavemente—. Después de ni siquiera saber en dónde ha estado todo este tiempo, al fin lo tienes cerca.

—El consuelo no es el suficiente cuando sé que aunque lo vea, no podré llevarlo de vuelta a casa.

—A mí tampoco me gusta tener que conformarme con esto, pero nuestro propósito es incluso más grande que solo reencontrarnos con ellos.

—Lo sé... —suspiró— Lo sé. Es solo que hay veces en que el peso de la corona es mayor que el de mi corazón, y eso es frustrante.

 Es solo que hay veces en que el peso de la corona es mayor que el de mi corazón, y eso es frustrante

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Come fly with me (Hipo y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora