La lección

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Querida Elsa:

Para cuando leas esto ya estaré lejos así que no te molestes en hacer algo al respecto, simplemente léeme con calma y el raciocinio que durante tantos años trabajaste.

Me habría gustado hacer las cosas de distinta manera, sin embargo este es el juego que me veo forzado a jugar.

Dos personas muy especiales para mí están en problemas y necesito estar allí para ellas. Pero por si te lo preguntas, no, no es la única razón de que me haya ido. Así como mis deberes en Arendelle también tengo algunos otros fuera del reino que debo cumplir. Son estas mismas dos personas las que me han apoyado durante esta travesía y es por eso que ahora quiero ser yo quién las acompañe.

No espero que lo entiendas, ni mucho menos que estés de acuerdo. Te conozco lo suficiente para saber que en cuanto sepas que de nuevo escapé enloquecerás y pensarás en mil castigos para cuando vuelva. Espero poder llegar a cumplirlos. 

Por favor no me busques. No te desgastes, no te expongas ni pierdas tu tiempo haciéndolo, tampoco el de nuestros hombres. Te pido que respetes mi decisión, es algo que debo hacer y necesito hacerlo solo y con la convicción de que tú estarás bien. 

Prometo volver, no sabría decirte en cuánto tiempo, pero lo haré y juro por nuestros padres que después de esto me dedicaré a ser el príncipe que tanto deseas que sea.

Hasta entonces,

Jack, príncipe de Arendelle y tu hermano.







_______:

Al entrar al bar inmediatamente localicé a mis amigos sentados en una de las mesas así que me dirigí hacia ellos.

—Hola —saludé.

No recibí respuesta, en cambio la mirada verdosa de Heather me escaneó de pies a cabeza y se detuvo en un punto específico.

—¿Y ahora qué te pasó?

—¿Por qué? —pregunté confundida.

La azabache tocó con su dedo su labio inferior para señalar el lugar donde yo debería pasar mi mano. Al hacerlo removí un poco de sangre seca que había en mi labio. Sintiendo vergüenza por lo que horas antes había ocurrido empuñé los ojos y suspiré.

—_______, tus brazos —señaló Jack con preocupación en su voz.

Llevé mi mirada a la extremidad mencionada y me percaté de algunas manchas violáceas en mi antebrazo y en mis muñecas. Pasé mis dedos por éstas y sentí cierto dolor soportable. Volví mi vista a mis amigos y les otorgué una sonrisa tranquilizadora tratando de no hacer evidente mi sonrojo.

—Ya saben... Declan —dije por lo bajo.

—¿Declan lo hizo? —inquirió la azabache— ¿Otra vez, _______?

—¿Declan lo hizo? —inquirió la azabache— ¿Otra vez, _______?

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Come fly with me (Hipo y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora