La personificación de una pesadilla

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Continué acercándome, a pasos lentos y cuidadosos mientras mi corazón latía muy rápido.

—Por Odín... —lo escuché balbucear.

Varios suspiros se escaparon de mi boca. Y aunque quería ser racional, poco a poco el asombro me consumió lo suficiente para alterarme los nervios.

—Estás vivo... —musité para finalmente reaccionar— ¡Estás vivo, hijo de puta!

—No es posible... —dijo, casi a la par que yo.

Al llegar a él, no me resistí a tocarlo para comprobar que era real. 

No había cambiado mucho, a excepción de sus brazos que, a pesar de ser robustos desde siempre, ahora tenían un tamaño mayor por su crecimiento de masa muscular. Además, se había dejado una barba que antes no tenía.

Él también se animó a tocarme, comenzando con mi brazo y ascendiendo hacia mi cabello. Jugó con él por un par de segundos hasta que llevó su mano a mi mejilla. Sus ojos completamente brillosos me advertían que aún estaba muy conmocionado.

Finalmente, con sus dos manos me tomó de los laterales de mi cara y exclamó:

—¿Pero qué pasó con la niña que recuerdo? —habló de una manera melancólica.

Puesto que, de los dos, él era el más sorprendido, pues yo ya estaba acostumbrándome a este tipo de sorpresas, le di unos instantes para que terminara de procesarlo.

A como lo recordaba, Eret jamás fue de reacciones exaltadas, ni tampoco de afecto físico, salvo algunas pocas veces en que lo vi abrazarse con mi hermano. Sin embargo, el tenerlo en ese estado de conmoción no me resultaba tan inesperado; yo misma era consciente de que esa clase de reacciones serían usuales. Incluso, pensé en que algo así había experimentado Hipo al enterarse que yo era La Huldra, aunque pensar en ello me afligía.

Sonreí, igualmente melancólica.

—Creo que... creció —respondí, susurrante.

—Sí. Claro que sí... Jamás pensé volver a verte.

Antes de poder responder, las pisadas de las Escuderas y sus armas detrás de nosotros me devolvieron la noción del tiempo y espacio. Me giré rápidamente hacia ellas y dije:

—¡Está bien, chicas! Él no es una amenaza... A menos que sí lo seas. 

Él rio.

—Si lo fuera, esta sería una pésima forma de descubrirlo. Además, no creo representar ninguna amenaza para La famosa Huldra Mortífera. Dime, ¿cómo diablos pasó... —me señaló de pies a cabeza— esto?

—Tenemos demasiado de que hablar.

El recuerdo del porqué estaba en la taberna en primer lugar me hizo detenerme. Debía darle más tiempo a Jack, al menos hasta que él fuese a la taberna y esa sería la señal de que había terminado.

—Ya lo creo.

—Te invito un trago —dije, casi en una orden.

Eret se mostró dudoso.

—No creo que tus admiradores nos permitan tener privacidad —respondió, con un tono que me pareció despectivo.

—Será solo por unos momentos. Estaba esperando a alguien... Por favor.

Pensé que seguiría negándose, incluso que me diría que tenía que irse, pero también supuse que su intriga era tan grande como para no querer esperar más tiempo en conseguir las respuestas a sus dudas.

Come fly with me (Hipo y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora