Tenue arcoíris de tormenta

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Por supuesto que no terminé mi cena, pero eso ya no fue un problema para los hombres a mi lado. Al finalizar la velada, Harald habló conmigo en privado y me dijo la ubicación del Terror Terrible.

—Contéstame una última cosa —le dije—. ¿Hvitserk tuvo algo que ver con esto?

Harald frunció el ceño y ladeó una sonrisa sagaz.

—Tan desconfiada como el diablo... Hvitserk se enteró casi al mismo tiempo que tú: cuando llegó a su cabaña y no estaba en su equipaje. Astuto escondite, pero Ryker terminó intuyéndolo. Si sigues metiéndolo en tus asuntos, el muchacho terminará en problemas. Después de todo, Ryker es su jefe directo.

Me mordí la parte interna de la mejilla y desvié la mirada.

Antes de ir hacia la cocina general de la base, busqué a Hvitserk y lo encontré aún en el barco de la cena, platicando con otros de los competidores invitados. Su rostro inexpresivo pasó a mostrar una ligera sorpresa en cuanto le dije si podía acompañarme, pero no tardó mucho en seguirme. Al bajar del barco, me decidí a que no quería que el camino fuese silencioso e incómodo, así que pasé a dejar las cosas claras con él.

—Primero que nada —comencé, sin dejar de caminar—, te debo una disculpa. Fui rápida para juzgar y sacar conclusiones. Espero que puedas perdonarme.

El castaño no se inmutó por mis palabras, sin embargo parecía estarme escuchando atentamente.

—A decir verdad, no esperaba que te disculparas.

—Es lo mínimo que te mereces. Siendo sincera, realmente quise hacerte daño, pero sabía que tú serías más inteligente, así que me obligué a serlo yo también.

Él asintió, con la mirada al frente.

—A como te vi, sí pensé que te me echarías encima, por eso reaccioné como lo hice.

—Y no te culpo.

Pasaron unos segundos de silencio hasta que Hvitserk carraspeó y se decidió a decir:

—Conozco ese mismo comportamiento.

—¿Disculpa? —musité, con desentendimiento.

—En la cena; conozco muy bien esa clase de tranquilidad corporal. Además, por lo que pasó en la Arena...

—¿Por qué lo dices? ¿Qué fue lo que pasó?

Hvitserk detuvo su paso y frunció el ceño, entonces yo también dejé de caminar para encararlo.

—¿Quién te la dio? —preguntó, con un tono tan firme que me hizo dudar.

Mi boca se abrió en automático, pero de ella no salió ningún sonido. Al cabo de unos segundos en los que me debatí sobre si decir o no la verdad, respondí:

—¿Quién me dio qué?

—¿En serio tengo que decirlo? Porque a mí me parece que sabes perfectamente de lo que hablo. —se inclinó sobre mí y habló muy cerca de mi rostro— Si he dicho que conozco ese comportamiento, ¿tú por qué crees que sea? —al no conseguir que respondiera, añadió—: ¿No recuerdas ni lo que pasó en tu combate, cierto?

Tragué saliva y finalmente cedí.

—Las imágenes no son muy claras —dije, susurrante.

Hvitserk se alejó un poco para mirarme de pies a cabeza, cosa que me hizo sentir cierta inseguridad por lo que él sabía. Se cruzó de brazos y adoptó una postura cómoda.

Come fly with me (Hipo y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora