Los amigos no se besan

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Hipo:

Todo había salido bien, dentro de lo que cabe. Convencí a Heather de quedarse al menos hasta la ceremonia de iniciación de _______, que sería en pocos días. A _______ le comenté sólo la parte de que Heather se iría de Berk y con eso bastó para no volver a hablar del tema del por qué había tanta cercanía entre nosotros días después de haberme besado con ella.

—¿En qué piensas? —me miró y tomó mi mano.

Habíamos estado dando un paseo, caminando sin dirección por el bosque durante casi una hora. Aquel era el único lugar al que podíamos escapar a solas y a pie, ya que los dragones se negaban a acompañarnos en nuestros paseos por cuidar de su huevo, algo completamente razonable.

—En no mucho —mentí, por mi cabeza pasaban mil cosas respecto a Heather, Viggo, los dragones, y ella.

Ella permaneció en silencio con un mohín en sus labios, señal de la poca credibilidad que le dio a mi respuesta.

—A mí me parece que estás preocupado —externó y detuvo nuestra caminata—, por Heather y por el huevo.

Acertó, aunque sólo en la mitad. Ella no tenía ni idea de siquiera quién era Viggo Grimborn y la relevancia que tenía en nuestras vidas y en la de los dragones, o la historia que habíamos tenido con él con anterioridad.

—Sí, creo a ti no puedo mentirte al respecto. —tomé su rostro entre mi mano.

—No he podido tratarla mucho, pero su dragón habla por ella. Es un látigo afilado, está en buenas manos... o garras.

Desde que terminó sus clases sobre dragones podíamos tener pláticas acerca de todo y ella las dominaba como una experta, y eso me gustaba de la misma manera en que me gustaba ella

—Si, creo que tienes razón.

Si tan sólo supiera. Pero no podía decírselo, no aún, debía encontrar el plan perfecto antes de alarmar a los chicos o aún peor, a todo Berk.

Se acercó para darme un beso, uno de esos que me daba cuando encontramos la ocasión para hacerlo fluir. Nuestros labios bailaban al mismo ritmo con perfecta sincronía, gustosos y apasionados, encajando con una singular exactitud.

Rompió el beso para poder abrazarme fuertemente, aproveché para hundir mi nariz en su cuello e inhalar su aroma, ahí estaba nuevamente ese olor a Pulsatilla que al instante me embriagó y me hizo sentir muy bien, ella me hacía sentir muy bien. ¿Cómo es que no podía decirle aún que en verdad me gustaba? Que me gustó desde el momento en que la vi aunque no lo supe al instante. Unos cuantos besos me hicieron sentir que era un hecho, pero también me sentía como un niño pequeño, no sabía si ella tenía claros mis sentimientos.

Al separarnos soltó un fuerte suspiro.

—Debo regresar a buscar comida para Luna. —caminó en dirección a Berk— Quizá Patán quiera venderme un poco.

—¡Por Thor! No me había dado cuenta que no sabes pescar.

Levantó sus hombros y manos en respuesta, dejándolos caer para hacer denotar alguna explicación.

—Digamos que en Kattegat nunca tuve esa necesidad, siempre fue mi hermano el que llegaba con los peces. Mi padre era lo suficientemente machista para decir que esa era la tarea de un buen hombre, así que desde pequeño lo hacía cazar para llevar comida a nuestra casa.

En todo el tiempo que la conozco ha mencionado a su hermano en algunas ocasiones, pero siempre en cosas triviales, nada relevante. Temía preguntarle, además le prometí que dejaría que ella nos contara con el suficiente tiempo y confianza, ahora también ha mencionado a su padre y eso me hace pensar que quizá mi método está rindiendo frutos.

Come fly with me (Hipo y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora