Vanaheim

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Tres barcos. Había transbordado ya tres barcos, permaneciendo en cada uno por al rededor de una hora, navegando hacia Odín sabe donde.

Sentía nauseas y el cerebro palpitando fuerte contra mi cráneo como si quisiera romperlo. Los barcos navegaban de alguna forma que resultaba pesado para mi estómago, sobretodo porque me tenían atada y con la cabeza cubierta en una bodega.

Una fuerte sacudida me avisó que nos habíamos detenido y que, tomando en cuenta la veces anteriores, me trasladarían a otro barco más.

En cuestión de segundos escuché la puerta abrirse y varios pasos por las escaleras de madera, entonces me tomaron de los hombros y levantaron bruscamente para hacerme caminar aún con los brazos atados por la espalda.

Apenas subimos a cubierta, los rayos del sol chocaron contra la piel que me quedaba al descubierto, percatándome así de que ya había amanecido.

Mientras más movimientos hacía mayores eran las náuseas, las cuales me llevaron a frenar mi andar y provocar los forcejeos de parte de los cazadores.

—¡Andando! No tenemos todo el día —gruñó el que me tomaba por la espalda para después darme un empujón.

—Voy a vomitar —protesté por encima de la tela en mi rostro.

Vacilante, el hombre tiró del saco de mi cabeza y descubrió mi cara. Inmediatamente la luz me causó molestias en los ojos por la falta de luminosidad a la que estuve sometida, hasta entonces pude notar que estaba parada sobre una tabla de madera que conectaba un barco con el otro.

Mi estómago no lo soportó más así que me incliné hacia el mar debajo de mí y vomité lo poco que había comido con anterioridad. Apenas recobré la compostura volvieron a colocarme el saco de tela en la cabeza y me empujaron por la espalda para hacerme avanzar.

Al llegar a la cubierta del otro barco me encaminaron unos metros al fondo, abrieron una puerta, me introdujeron en ella y a tan solo unos pasos me detuvieron. Entonces escuché el chirrido del metal arrastrándose, posteriormente me introdujeron a otro espacio en el que me soltaron y me hicieron caer estrepitosamente hacia el piso, después volvió a escucharse el mismo chirrido para luego quedar en completo silencio.

Al estar en el suelo y buscar reincorporarme, la tela en mi cabeza se resbaló un poco, lo que me ayudó a terminar de dejarla deslizarse por mi cabello y finalmente quedar con la cabeza descubierta.

Observé el lugar, ya no estaba en una bodega. La habitación parecía ser una jaula, similar a las que había en el barco dónde el huevo de Luna se había roto, aquella dónde había un Tifomerang atrapado.

Me acerqué al travesaño con cautela, una vez allí me encontré con un pasillo que separaba unas jaulas de otras, todas vacías. 

Una puerta aledaña se abrió así que me apresuré a volver al fondo. Unos pasos resonaron por la madera del suelo, firmes y secos. Por el rabillo del ojo noté una figura que lentamente iba apareciendo por el extremo de la jaula, con prendas oscuras y una larga cabellera negra trenzada que pronto reconocí.

 Por el rabillo del ojo noté una figura que lentamente iba apareciendo por el extremo de la jaula, con prendas oscuras y una larga cabellera negra trenzada que pronto reconocí

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Come fly with me (Hipo y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora