Te quiero, Hipo.

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Resoplé cansada de sostener la caña de pescar. Ya había pescado lo suficiente como para alimentar al grupo entero por una semana. Me sentía tan aburrida que luego de meditar sobre el asunto del Ala Cambiante, dar un paseo con Luna, y practicar mis movimientos con la espada, pescar fue lo único que se me ocurrió para matar el tiempo.

Todos se habían ido para completar la búsqueda de las rocas para Albóndiga. Pasaron cinco días desde que la búsqueda inició, pero luego de lo ocurrido con los cazadores y el castigo que Hipo nos impuso se retrasó la misión así que ahora ellos debían seguir de isla en isla hasta encontrarlas. Me tuve que quedar en la Orilla.. con Astrid. Claro que nos manteníamos lo más alejadas posibles, parecía que estábamos cansadas de seguir peleando así que optamos por fingir que la otra no existe.

¿Que si me duele? Si, de alguna forma llegué a sentir gran cariño por ella. Fue mi mentora, fue alguien en quién pude confiar desde el primer día que llegué a Berk, la consideraba una verdadera amiga.

-Y se suponía que no sabías pescar- Hipo apareció metiéndome un gran susto.

Cuando se retiró después de la última discusión con Astrid pensé que también estaría enfadado conmigo pero sólo se estaba manteniendo al margen, para ser un jefe neutral. Aquel día al anochecer dimos un paseo dónde ambos pudimos sentirnos tranquilos el uno con el otro, después de todo contaba con él y eso me bastaba.

-Se tardaron más de lo que pensé- dejé la caña para invitarlo a sentarse a mi lado.

-Las encontramos pero no sé si serán suficientes. Patapez insistió en no dárselas hasta mañana en caso de necesitar más- se recostó sobre el césped cruzando sus brazos bajo su nuca- No creí que sería tan agotador- soltó un suspiro.

-¿No vieron más barcos?- negó con la cabeza- Excelente- dije sin pocos ánimos.

Respiró profundamente, luego se estiró haciendo tronar los huesos de su espalda y hombros.

-Auch, debes estar muy tenso.

Asintió sin despegar su mirada de la mía.

-Sabes, se me antoja un masaje- me sonrió con ese aire pícaro al que ya me iba acostumbrando.

Reí negando con la cabeza.

-Eres tan elocuente, Hipo Abadejo- codeé su brazo hablando con humor.

-Prometo devolverte el favor- dijo sin dejar de mostrar su dientes en una enorme sonrisa.

-Los chicos pueden venir- advertí en un susurro, para este punto él ya se había acercado lo suficiente para sentir nuestras respiraciones.

-Entonces es una cita. Te espero en mi cabaña- se puso de pie y comenzó a caminar a las torres de las cabañas. Se detuvo y volteó sobre su hombro- Hablo en serio- finalizó con su irresistible voz ronca, la misma que usa para provocarme.

Y le funcionó.

Hice tiempo mirando como el atardecer desaparecía, me aseguré de que Luna se encontrara con Chimuelo y cuando dejé a ambos en los establos me dirigí a la cabaña de Hipo cuidando que nadie me viera.

Entré sin tocar y me encontré con una imagen bastante tierna de Hipo durmiendo. Conforme me iba acercando disfrutaba más verlo, lucía tan sereno. Su rostro estaba totalmente relajado, tenía los labios ligeramente abiertos, un brazo reposaba por encima de su cabeza mientra el otro colgaba del borde de la cama.

Sin despertarlo me senté sobre él y acaricié su pecho.

Fue tomando grandes bocanadas de aire hasta que por fin se removió en su lugar.

Come fly with me (Hipo y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora