Miedo

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_______:

Entré a casa de Declan, arrastrando los pies y escondiendo la cara entre mi pelo. La panza y la cabeza me dolían y mis piernas temblaban. Me sentía tan fuera de mí que no podía reconocer mis propios movimientos. En el interior había algunas velas que iluminaban la estancia, pero Declan no estaba por ningún lugar. Los pinchazos en mis costillas ya no me permitían respirar correctamente; jadeaba, y con cada jadeo el dolor se intensificaba.

Llegué a la mesa que Declan usaba como comedor y allí me apoyé para intentar recuperarme, pero accidentalmente una de las velas cayó al suelo cuando mi peso empujó un poco la mesa.

—¿_______, eres tú? —gritó desde la planta de arriba.

No respondí, no tenía la energía suficiente para hacerlo. Además, consideré fuertemente que mi voz no sería nada agradable de escuchar en esos momentos, suponiendo que aún tuviera voz.

Dejé mi arco en la entrada y fui escalera arriba, quejándome silenciosamente en cada paso a dar hasta el punto en que terminé por subir los peldaños a rastras. Pronto me asomé a un pasillo corto del que partían dos puertas a dos habitaciones. La puerta de una estaba abierta así que fue la primera en la que me asomé. Declan se encontraba de espaldas; usaba una camiseta vieja y holgada, unos pantalones desgastados y secaba su cabello despeinado.

Permanecí muda, viéndolo y esperando a que me notara. Pero me arrepentí de haber subido cuando se giró y su rostro empalideció. No estaba plenamente consciente de mi aspecto, pero sí sentía la sangre seca craquelarse con cada movimiento facial, lo que me daba un indicio de lo pertubadora que debía de resultar a la vista.

 No estaba plenamente consciente de mi aspecto, pero sí sentía la sangre seca craquelarse con cada movimiento facial, lo que me daba un indicio de lo pertubadora que debía de resultar a la vista

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Declan abrió la boca, sin embargo no dijo nada. Y así seguimos por un par de minutos hasta que ya no resistí estar de pie. Me apoyé sobre el marco de la puerta y me resbalé hasta estar sentada sobre le suelo. Entonces el nudo en mi garganta se deshizo y la presión en mi pecho pidió a gritos salir; ahí fue cuando exploté.

No lloraba como tal, pero habría preferido hacerlo. Jadeos incontrolables salían de mi garganta a causa de una sensación de asfixia, mis manos temblorosas oprimían mi cabeza en un intento por controlar mis pensamientos y tiraban de mi cabello con una extraña exasperación. Respingué al percibir la presencia de Declan frente a mí.

—Está bien —susurró mientras pasaba una mano por mi espalda para ayudar a levantarme—, tranquila. Ven, voy a revisarte.

Estando recostada en su cama, mis costillas se sentían como unas varas torcidas que un niño fácilmente podría partir. Mis piernas finalmente sintieron algo de alivio, a pesar de que seguían rígidas y con constantes espasmos.

—Necesito sacarte el vestido, al menos hasta la cintura —dijo, ronco.

Debido a mi ensimismamiento, él se hizo cargo de deshacer el nudo que abrochaba el vestido y, en cuestión de segundos, solo la venda en mi torso me cubría de la cintura hacia arriba, pero eso apenas me importaba. El conflicto vino cuando me di cuenta de que mi desnudez frente al Gallagher iba más allá de lo físico; me mostraba débil, vulnerable y desmoronada. Ese pensamiento martillaba sobre mi cabeza y me obligaba a controlarme, lucha que me resultaba imposible.

Come fly with me (Hipo y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora