Problemas en el paraíso Parte 2

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Intentando seguir con mi papel de indiferencia tomé asiento aún con las miradas curiosas encima. Pasó casi un minuto para que apareciera el primero en romper el silencio.

—Qué cosas, ¿no? —musitó el hermano Torton.

—Brutacio —reprimió la Hofferson.

—No, en serio —insistió el de guedejas áureas—. No es como que no lo hubiésemos imaginado, pero definitivamente no lo esperábamos.

—¡Brutacio, basta! —dijo Astrid entre dientes casi en un susurro.

—Está bien chicos, tarde o temprano iban a enterarse —bisbisé con la voz vaporosa.

Contrario a lo que imaginé, los jinetes se limitaron a intercambiar miradas, sin apresurarse a hacer preguntas aún y cuando les di acceso a hacerlo.

—Ya teníamos nuestras sospechas —insistió el gemelo.

—Agh, dioses... —refunfuñó la misma rubia.

—¿Ah sí? —dije con un mohín.

—Sí —respondió ésta vez la hermana—, bueno nada seguro. Ya sabes, solo un poco de charla por aquí, miradas por allá. Ahora que lo pienso mejor, esa clase de coqueteo soso si es el estilo de Hipo.

—No me sorprende —respondí por lo bajo— ¿En dónde están los dragones? —pregunté en cuanto la incomodidad comenzó a sentirse en el ambiente.

—Los llevaron al patio trasero, es más grande de lo que suena —respondió Patapez.

—Iré con Luna —avisé poniéndome de pie mientras tomaba una copa de vino que planeaba ingerir para ahogar penas.

—¿Por qué nos lo ocultaron? —escupió la hachera con un deje de rencor así que en automático me frené.

—Sinceramente no lo sé, así es como Hipo lo decidió y yo... —suspiré— respeté eso, más bien... acepté eso —dije dándoles la espalda, al no escuchar réplica me dispuse a seguir mi camino—. Con permiso.

Antes de poder dar un paso, una mano en mi hombro me hizo respingar. Pronto encaré a la persona tras mío, llevándome una sorpresa cuando mi olfato detectó el particular olor del cabello de Tacio.

—Está bien, _________. Tengo una hermana, aún peor, una gemela, eso me hace pensar algunas veces como mujer así que puedo saber como te sientes en este momento. Hipo no sólo te traicionó, te humilló, aplastó tu corazón y lo hizo pedazos —decía el hermano con exagerados ademanes.

—Agradezco la empatía Brutacio, pero no ayuda mucho —bisbiseé.

—¿Y cómo podemos hacerlo? —preguntó el chico de complexión robusta y mayor intelecto.

—No pueden —interferí con el timbre áspero—, no ustedes. Esto era entre Hipo y yo pero él dejó claro lo mucho que le importaba lo nuestro.

—Desde que decidió mantenerlo en secreto, creo que eso debió decirte algo —comentó la rubia de mirada celeste, instintivamente tragué saliva.

—Quizá sólo lo hace en lo que vencemos a Viggo —añadió Patapez.

—O quizá ya planeaba lo del asunto de la alianza a base de un matrimonio desde hace tiempo —concluyó Patán con un ápice de desdén.

No pude evitar rodar los ojos ante tales teorías.

—Vamos, ________. No puedes esperar ser prioridad para Hipo por encima de los dragones, mucho menos cuando existe alguien como Viggo Grimborn, ya deberías saberlo —pronunció cuidadosamente la misma rubia con un deje de compasión.

Come fly with me (Hipo y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora