La decisión de Elsa

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Ambos adolescentes se apresuraron a llegar a la habitación del zagal aprovechando que el padre de éste estaba dormido. Con movimientos torpes lograron abrir la puerta en medio de un apasionado y húmedo beso.

Cerraron la puerta con un accidental azote. Después de hacer silencio y percatarse de que todo estuviese en orden volvieron a lo suyo. Hipo acariciaba su espalda, al principio muy dulcemente mas después el ritmo se intensificó.

Ninguno podía considerarse primerizo a esas alturas de su relación pero sus movimientos corporales seguían siendo torpes, producto de la hormona. El zagal comenzó a retirar las prendas femeninas con desespero. Ella se dejó a su merced.

Aún de pie el castaño metió su cabeza en el cuello de su novia e inició un recorrido de besos y suaves mordidas. La joven rubia echó su cabeza hacia atrás para abrirle paso a Hipo mientras se recargaba en el escritorio de atrás para mantener el equilibrio. En un descuido un bote de lapices se cayó al suelo, provocando que el sonido del metal chocando con la madera resonara unos segundos de más. Ambos se miraron cómplices y nuevamente esperaron hasta asegurarse que Estoico no hubiese despertado e ido a investigar qué sucedía.

Los dos pubescentes se sentían como un par de niños haciendo travesuras, y en realidad eso eran. A pesar de ya tener algún tiempo juntos y de haber comenzado su vida sexual con anterioridad aún seguían experimentando y descubriendo su sexualidad, con los riesgos e inconvenientes que esto conllevaba, tal como el de esconderse de sus padres.

Con un poco de esfuerzo él la tomó en sus brazos y la llevó hasta la cama para continuar con su faena. Astrid estaba deseosa y gozosa. La imagen que sus ojos veían era un sueño para cualquier chica. Así es como ella consideraba a Hipo, un chico de ensueño.

Luego de sacarse toda la ropa el zagal no dudo en introducirse en el cuerpo en desarrollo de la ansiosa Hofferson. Ella hacía lo posible por no gemir tan fuerte. Su cuerpo aún no terminaba de acostumbrarse a ser penetrado por lo que de vez en cuando todavía sentía escozor e incomodidad, lo que hacía difícil la tarea de ser silenciosa. Por su parte para Hipo fue placer desde el principio.

Aunque los dos eran conscientes que no podían ser tan bruscos en la cama debido al molesto escudo que posaba en la pared de arriba, poco a poco se dejaron llevar por las gloriosas sensaciones, sobre todo él.

Aquél escudo posaba allí desde que Hipo era un niño. Era grande y algo pesado. Fue un recuerdo que su abuelo le regaló a su padre de una de sus batallas contra un pueblo berserker, después aquél pasó al zagal. Siempre fue un problema para Astrid y para él ya que cuando iban a su cuarto para tener relaciones la base de la cama golpeaba la pared y a su vez hacía que el escudo se balanceara e hiciera mucho ruido, lo que ponía en evidencia lo que estaban haciendo.

La embestidas se fueron haciendo constantes hasta que él ya no se resistió e intensificó el ritmo. A los segundos tuvieron que parar debido al molesto sonido del escudo golpeando la pared. Se las ingeniaron para poder continuar al mismo ritmo sin hacer escándalo así que se pasaron al escritorio y allí recostó a la fémina. Nuevamente se vieron en la penosa necesidad de parar pues habían hecho un desastre y varias cosas habían caído al suelo, además de que los crujidos de la madera también eran una fuerte evidencia.

-¡Mierda! -se quejó el zagal entre dientes.

La rubia pensó en algo rápido. Le indicó a Hipo recostarse en la cama y ella se subió a horcajadas sobre él. Con ayuda de su mano introdujo el falo de Hipo en ella y comenzó a montarlo lentamente. Cuando el ritmo fue incrementando la rubia alzó los brazos y se apoyó sobre el escudo para que éste no se moviera y no hiciera ruido. Por su parte Hipo pasó a dar las embestidas de forma en que la cabecera no golpeara la pared.

Come fly with me (Hipo y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora