Lo siento.

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Entonces Hipo nos explicó la historia de ese objeto y de cómo lo había conseguido. Ahí resolvió nuestras dudas sobre lo que aconteció luego de recibir el correo del terror del mercader Johann; se habían encontrado con un hombre que decía haber trabajado con los cazadores y él aseguró que aquel objeto sería la manzana de la discordia entre cualquier red cazadora por todos los secretos que en él había y que en caso de ser revelados pondrían en peligro la existencia de los dragones.

-¿Y por qué él querría dártelo si supuestamente estaba del lado de ellos?- inquirió Heather con particular atención en las palabras de Hipo.

-Bueno, no es que haya querido exactamente.- se excusó el castaño con un retintín y una mueca.

-Digamos que hubo algunos puños de por medio.- explicó con despreocupación la rubia que fue participe de lo sucedido.

Los gemelos chocaron los puños festejando la acción de su compañera.

-El mercader Johann fue el conecte para poder dar con esto.- añadió mostrando de cerca el artilugio.- Lo llaman el Ojo del Dragón.

Los jinetes permanecimos en silencio examinando el artefacto a detalle, olvidándonos del inquilino que teníamos detrás y que se estaba enterando de todo lo que se hablaba.

-¿Y cómo funciona?- se interesó Patapez con ese hambre de conocimiento que lo singularizaba.

-Aún no lo sé, pero más vale que lo resguardemos con cautela. Esto no puede caer en manos de ellos. Tengo la sospecha de que contiene ubicaciones de las islas de distintas especies, así como sus habilidades y debilidades.- recitó pasando la mirada por cada uno de nosotros.

-¡Sorprendente!-  siseó Patapez con enjundia.- Podremos completar el libro de dragones de la Academia... e incluso.- se mostró energético ante sus pensamientos.- descubriremos nuevas especies.

-Hasta que logre como descifrar su funcionamiento.- añadió el de esmeraldas regresándonos a la realidad.

Hipo tomó el Ojo del Dragón y lo guardó en una improvisada bolsa formada por una tela. Salió de la sala e inferimos que lo llevaría a su lugar de resguardo.

Hasta entonces pudimos devolver la atención en nuestro inquilino quien aguardaba en silencio con las mejillas infladas por el almacenamiento de comida en su boca.

En cuanto terminó de comer e Hipo estuvo de vuelta en el gran salón, nos posicionamos a su al rededor para comenzar con un interrogatorio más civilizado.

-Muy bien, Jack Frost.- comenzó Hipo enfatizando el nombre del aludido.- Dices haberte encontrado con la isla, exactamente ¿cómo llegaste?

-En una balsa. ¿De qué otra forma?- contestó con sencillez e ironía.

-¿Y en dónde está?- replicó el líder.

-No lo sé. No he ido a buscarla.

-Pero no vimos ninguna balsa.- añadió Astrid pensativa.

Hipo, aunque ya no tenía los humos en la cabeza, se mostraba frustrado por la poca credibilidad que las respuestas del interrogado poseían.

-¿Y qué haces aquí?- preguntó el mismo individuo de una pierna aún con el temple controlado.

-Ya se los dije, sólo llegué aquí y quise echar un vistazo.

-Bueno, pues no te creo.- arremetió Hipo poco expresivo pero igual se notaba el fastidio en su postura.

-No te vendrían mal algunos ejercicios de confianza.- atacó el sardónico albino ladeando una sonrisa burlona.

En automático solté una pequeña carcajada que resultó poco discreta, al mirar a los demás me di cuenta que también estaban conteniendo una risa por el comentario socarrón del ojiazul. Hipo nos miró fulminantes ante nuestra reacción infantil.

Come fly with me (Hipo y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora