Más de un desliz

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Mientras Edith sollozaba en mi hombro, me ocupé de acariciar su cabello y peinarlo con mis dedos, justo como Nick solía hacerlo conmigo. La chica no había dicho ni una palabra desde que entramos a mi cabaña; apenas estuvo dentro, el llanto le fue inevitable de resistir. Después de un poco más de cinco minutos, consiguió desahogarse, y entonces estuvo lista para hablar.

—No tenía otra alternativa —gimoteó—. No la tenía...

—¿Qué fue lo que pasó, Edith? —musité, suavemente.

—No podía dejar que descubriera más allá. —se sorbió la nariz—Kai me sorprendió yendo de camino a La Guarida; estaba muy molesto de verme deambulando por la base en la madrugada yo sola. No sé cómo es que los centinelas no lograron vernos, y si lo hicieron, Kai supo manejarlo. —se mordió el labio inferior y reprimió un quejido. Se tomó su tiempo para respirar profundamente y poder continuar, más serena, aunque con la voz rasposa— Entré en pánico. Jamás había estado tan cerca de ser descubierta. Mis nervios tampoco me fueron de ayuda; con solo verme, él sabía que pasaba algo.

Recargué los codos sobre las rodillas y me froté la cara con las manos. Me sentí temerosa de lo que Edith fuese a contarme, pero aún así me mantuve callada y paciente durante su relato. 

La ajustada venda que mantenía mis costillas firmes comenzó a sofocarme, así que tuve que removerme hasta encontrar una posición cómoda y estable.

—Obviamente me pidió explicaciones —continuó— y, cabe destacar, no de una manera muy tranquila. Para mi suerte, nuestra cabaña está lejos del bosque, así que cuando me encontró, yo apenas estaba por el mercado de artesanías. —pausó y limpió las lágrimas que caían pos sus mejillas con la manga de su blusa. Un sollozo se le escapó de su pecho y tuvo que taparse la boca para contenerse. Luego de unos segundos, prosiguió—: No sabía qué hacer o qué decirle. Lo único que tenía seguro es que no iba a dejar que supiera de La Guarida y mucho menos de La Resistencia. El problema fue que era tan evidente mi preocupación por ocultarlo que Kai no iba a creerse algo que le sonara a tan poca cosa para mi reacción. Me conoce perfectamente, y sabe que cuando me pasa algo como para no tener la confianza de contarle, entonces es malo.

—Pero no nos delataste.

Me miró como si la sola insinuación de aquello la ofendiera.

—Por supuesto que no. Recurrí a lo más bajo que tuve, que fue mi violación. Le conté también cómo, literalmente, me salvaste y cómo me ayudaste después de eso... Y lo sigues haciendo. Te usé como excusa para zafarme de él: le dije que iba de camino a verte porque no podía dormir y necesitaba consuelo.

Sorbió su nariz y de sus ojos cayeron un par de lágrimas más.

—Oh, Edith —dije, susurrante—. Ven aquí, tranquila.

La mejilla de la castaña se posó sobre mi pecho y allí descansó. Mis manos acariciaron sus brazos y dieron ligeros apretones en muestra de apoyo.

—Jamás va a perdonármelo —chilló.

—¿El que no se lo hayas dicho?

—¡El que haya pasado!

Me quedé sin palabras. Me reincorporé un poco para poder mirarla directamente a los ojos y pedir una explicación más clara.

—¿Cómo dices?

—¿Cómo dices?

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Come fly with me (Hipo y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora