Ave fénix

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No había podido dormir tanto como me habría gustado y como necesitaba, pues la cama del consultorio era muy chica y Jack y yo teníamos que estar demasiado juntos para acomodarnos. Él pudo conciliar el sueño muy rápido, y yo permanecí velándolo casi todo el tiempo.

Cuando amaneció y consideré que ya era una buena hora para levantarme, a pesar de no querer hacerlo, salí y me encontré con la curandera para que me llevara con su hija y cumpliera con mi parte del trato.

La niña tenía unos ocho años aproximadamente, y no paraba de hablar y hablar. Por supuesto, me porté lo más paciente y educada que podía. La pequeña reunión duró alrededor de una hora, pues aún tenía que desayunar y preparar mis cosas para partir.

La despedida con Jack fue difícil, porque aunque él aparentara serenidad y estabilidad con sus heridas, sabía que lo hacía para no preocuparme. Detestaba tener que separarme de él en aquellas condiciones, pues estábamos corriendo con mucha suerte, pero no sabíamos cuánto nos iba a durar. Y dejando a Jack solo y herido, era dejarlo vulnerable.

—Cuídate mucho —le susurré.

—Tú igual. Y trata de tener la cabeza lo más fría que puedas con Ryker. No te permitas caer en sus provocaciones, ¿de acuerdo?

Asentí, sin mucho ánimo.

Nos dimos un último abrazo, el cual ninguno de los dos quería romper. Por último, deposité un beso sobre la mejilla de Jack, lo que de inmediato lo sonrojó.

—Para que no me extrañes —mencioné.

Jack imitó mi acción y pegó sus labios sobre mi nariz, después sobre el dorso de mi mano.

—¡Por Frey(1) —exclamó la curandera a nuestro costado—, solo serán unos días!

Me reincorporé para dirigirme a ella.

—Confío en que se queda en buenas manos. Mi Escudera tiene órdenes de intervenir en caso de cualquier acción sospechosa, y no me refiero a que sea precisamente por parte de usted.

—¿Debería preocuparme? —se cruzó de brazos.

—Mientras mantenga su nariz fuera de lo que no le incumbe, no... Ya que mi nombre tiene tanto peso, déjeme aclarar que meterse con Jack es meterse conmigo. Si se lo digo, no es para amenazarla, es para que usted se encargue de decírselo a cualquiera que se atreva a ponerle una mano encima.

—Me está comenzando a aterrar que cada vez hablas más como mi hermana —dijo el albino.

Mantuve mi semblante firme para no restarle seriedad a mis palabras.

La curandera rompió el contacto visual y miró a su paciente.

—Suena a que eres propenso a los problemas, eh, Heraldo Blanco.

—Su nombre es Jack.

—Déjala —dijo el aludido—. Ese no está tan mal.

 Ese no está tan mal

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Come fly with me (Hipo y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora