La misión Berserker

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No había nada en el rostro de Declan que pudiese transmitirle a ella ni un poco de tranquilidad; la preocupación y angustia eran evidentes a pesar del semblante endurecido que intentaba mantener.

—¿Dec? —musitó _______, con la voz temblorosa— ¿Dec, qué carajos está pasando?

El Gallagher tardó en responder. Mantenía una postura tensa mientras daba pasos dudosos al caminar en la zona de combate.

Antes de hablar, empuñó los ojos y frunció los labios.



El corazón del rubio latía frenéticamente. La adrenalina aún lo dominaba mientras que la sensación húmeda en sus labios le provocaba una traviesa sonrisa.

De no ser porque tenía una tarea, se habría permitido disfrutar más de aquel contacto que tanto había deseado. Y si las circunstancias hubiesen sido diferentes, no se habría permitido ser tan atrevido con ella.

Tomando rumbo hacia los vestidores, se pasó los dedos por la boca, preparándose para extraer la flor que hizo que el sabor de aquel beso no fuese tan agradable.

—Declan —escuchó a sus espaldas.



—Escúchame bien —le dijo, procurando modular el tono de su voz a pesar del bullicio del público que estaba más que extasiado por las expectativas de aquel combate—. Tenemos que acabar con esto rápido para cortar el efecto.

—¿Q-Qué? —tartamudeó _______, muy desconcertada y aún asimilando los minutos previos.

—No podemos perder tiempo. La flor reacciona en cuestión de quince minutos.



—Hiciste un muy buen trabajo allá afuera.

—Gracias —respondió, ligeramente conmocionado.

Se estaría mintiendo a sí mismo si no reconociera que aquellas palabras eran como un cálido abrigo en su corazón. Sin embargo, las circunstancias jugaban en contra del rubio con la aparición de su padre.

—Siempre supe que dentro de ti había un guerrero nato —continuó Aidan—. Aún con eso, mejoraste mucho desde la última temporada de peleas.

Declan trató de sonreírle para aparentar sosiego. El jugo que desprendía la flor estaba comenzando a irritar su garganta, lo cual lo mantenía ansioso.



—No es cierto... —masculló ella, temerosa— Dime que no es cierto.

—Lo lamento —jadeó Declan.



Aidan pasó su brazo por los hombros de su hijo, inclinándosele hasta que sus rostros quedaron cerca.

—Comienzas a enorgullecerme, Dekko.

Los esmeraldas del menor de los Gallagher se dilataron tras la mención de aquel apodo que no había escuchado desde que era un niño. No obstante, el recelo y la intimidación no le permitieron percibirlo de la misma manera en que lo recordaba.

Gra-Gracias..., papá —murmuró.

—¿Estás al tanto del estado de las apuestas e inversiones? —preguntó Aidan mientras ambos entraban a los vestidores.

Come fly with me (Hipo y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora