T2E8: La sombra de los malasangres

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Casi se arrepintió cuando la brisa nocturna pasó a través de ambos, como si el gélido aliento de Elsa de Frozen estuviese amplificado por cien justo en sus caras. Mei era algo más resistente a las bajas temperaturas de Xalapa, pero Kai casi podía sentir que sus dientes castañeaban y sus huesos se ponían en modo vibrador.

— Oye... ¿seguro de que es necesario seguir avanzando? Es decir... podemos volver al camión a esperar, no tenemos que irnos.

— No es necesario que vengas conmigo - Contestó Kai, sin una sola pizca de agresividad o enojo en su voz. Parecía que genuinamente no quería que viniese con ella, en plan "intentando protegerla de algo". Mei se lo tomó personal.

— Oye, no sé qué clase de imagen tengas de mí, pero no necesito que me cuiden, no soy estúpida y aunque aprecio que se preocupen por mí... ¡Me quedaré contigo! ¿Está bien?

Kai se encogió de hombros. Mei se veía realmente convencida, así que no iba a perder sus energías y su tiempo en disuadirla. Sin embargo, comenzó a apretar el paso (cosa que sus piernas le reclamaron). Sin embargo, no podía dejar que los chaquetas rojas los alcanzasen ni por error.

— ¿Me vas a decir de una vez por qué te preocupan tanto esos sujetos? ¿Les hiciste algo?

— Ehhhh...

Kai hizo la seña de "más o menos" con una mano, pero se negó a dar detalles exactos, lo que frustró un poco a Mei; si iba a acompañar a Kai durante una helada, esperaba al menos saber el contexto y así se lo expresó varios metros más adelante.

— El contexto tiene un precio, Mei - Contestó él, alzando una ceja y volteando a verla de reojo.

Por un momento, ella creyó que iba a explicarle más, pero se quedó callado. ¿Podía dejar de hacerse el misterioso por un rato? Justo iba a replicar que esperaba más explicaciones que solo eso, pero justo después, Kai tiró de ella para ocultarse ambos tras una roca enorme en la ladera.

— ¡Oye! - Se quejó antes de que el chico le tapase la boca con una mano.

Kai señaló con una mano libre a un hombre solitario que estaba a la vuelta de la carretera, justo hacia donde habrían caminado. Por suerte para ambos, el viento debió haber ahogado la voz de Mei quejándose.

— ¿Quién es? - Preguntó ella en voz baja antes de verle la chaqueta de cuero color carmín, cabello corto a lo mohicano y con una pistola enfundada del lado derecho de su pantalón.

— Ese es un malasangre - Explicó él.

— ¿Y me vas a decir qué pintan aquí o prefieres esperar otra hora? ¡Llevas evadiendo mis preguntas desde que el autobús se detuvo.

Desgraciadamente, el malasangre sí escuchó eso, así que al voltear a ver hacia donde ellos estaban agazapados, sacó su arma de inmediato y disparó una sola vez; Mei gritó y Kai maldijo por lo bajo antes de empujarla contra el suelo y, apretando los dientes, ordenarle que no se levantase hasta que él le dijese lo contrario.

En un primer intento por rodar por el suelo de la carretera, Kai se fue de lado y se estampó contra la barra de metal que servía para que los carros no se fuesen directo al precipicio.

— Con un demonio - Maldijo nuevamente. Realmente había perdido condición física desde la última vez que tuvo que pelear mano a mano contra alguien (en el asedio a La Ciudad, claro).

Sin embargo, cuando el malasangre quiso dispararle nuevamente, Kai pudo saltar nuevamente, esquivando la bala a costa de rasparse un poco el brazo contra el pavimento. Con el rabillo del ojo, pudo ver a Mei asomándose desde su escondite, sin perder detalle de aquella extraña demostración exprés de capoeira mal ejecutada.

Literatura según KaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora