Era un día como cualquier otro cuando Tini salió a comprar algo de hierba, a un par de calles de su vieja casa, que quedaba a media hora de donde vivía Kai. Su tableta no había dejado de vibrar durante toda la mañana, saturada de notificaciones, y Tini decidió ignorarlas por ahora. Con tantos agentes de Alba Dorada en la universidad, alguien más se apuntaría al llamado.
Recorriendo las calles al sureste de los berros, Tini notó más actividad de la usual: de entrada, había un número atrevido de chaquetas rojas pululando por las calles y, al llegar al punto donde se encontraba con su vendedor habitual, descubrió que debía haber sido reemplazado hace poco. No había sangre en el suelo, pero sí un grupito de malasangres alrededor de un sujeto en camiseta blanca sin mangas, con una riñonera puesta al pecho.
Decidió pasar de largo: no era momento para esas cosas. El riesgo no lo valía, y, lo más importante, eran malasangres. Tardaría mucho en llegar desde ahí hasta casa de Kai, coger su tableta y emitir la alarma. Afortunadamente, llegaría antes al centro de la ciudad y podía pedirle a Alex que hiciera el reporte desde ahí. Ella nunca soltaba su tableta, por si acaso.
A los pocos minutos de camino en transporte público, Tini se bajó a toda prisa del camión y entró al pasillo de la tienda donde solía trabajar: ningún conocido que le avisara a Alex de su llegada. Era el peor momento para traer el teléfono sin saldo ni internet.
Siguió de largo a lo largo del callejón, casi corriendo, sin comprender del todo por qué tenía tanta prisa por dar la alarma, cuando divisó al final del mismo, en el portal que daba a la calle, a dos chaquetas rojas, apostados de cada lado del pasillo, y a una tercera persona recargada en una pared. Era una mujer morena, de largo cabello lacio, lentes, y otra chaqueta roja, con un colmillo colgando de su cuello a través de un hilo. Tini se dio cuenta de que el colmillo era real, aunque no supo adivinar a qué animal le perteneció.
La chica le hizo una seña a los dos malasangres de la puerta, y ellos se cerraron frente a Tini, cortándole el paso.
— No huyas - Le advirtió la chica, aproximadamente de su edad, cruzada de brazos y con la ceja levantada en señal de sospecha - Te vieron al norte de la Zapata, a unas calles de Los Lagos. Nada pasa en mi zona sin que me dé cuenta.
Tini no intentó correr. Si lo intentaba huir por donde vino, de seguro la estarían esperando en el otro extremo del callejón. La tenían rodeada.
— Iba a comprar un poco - Reconoció ella - Pero no vi a mi dealer por ahí y pensé que sería mejor pasar otro día.
— ¿Y por qué tanta prisa? ¿Qué se te perdió por acá?
— Venía a ver a un ex compañero de trabajo, acá en la tienda de rock - Mintió - Pero no estaba así que pasé de largo para ir con mi amiga del trabajo, en el cine que hay aquí por el centro.
La chica no parecía del todo convencida, pero al final, bajó la ceja.
— Más te vale no llevarnos la contra o acabarás en una bolsa negra - Sugirió la chica, aunque en su voz no se escuchaba ningún tono de amenaza. Al contrario: lucía una amplia sonrisa.
— ¿Van a cobrar piso?
Rose negó con la cabeza.
— No, por favor. Cobramos con favores. No somos tan malos.
Acto seguido, le hizo una seña con la cabeza a uno de sus chaquetas rojas, y este hurgó en los bolsillos de su pantalón hasta sacar una bolsita de plástico con hierba dentro. La arrojó a manos de Tini, quien la agarró en el aire y musitó un tímido "gracias" antes de que los matones se hicieran a un lado para dejarla pasar.
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Literatura según Kai
Teen FictionKai ha logrado marcharse de su pueblo natal para estudiar en la universidad que siempre ha querido. Ahora, quizás no tiene que preocuparse por un gran enemigo ni a una pandilla de asesinos, pero eso no significa que deba preocuparse menos por las co...