T6E05: Rencores

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Si a Kai le importara la indiferencia de Nessa, su ley del hielo sería mucho más efectiva de lo que en realidad era. Mientras Kai se la pasaba evitando atenciones indeseadas (a Ghandi se le habían unido Tezca y otros chicos del campus), ella era la única persona en el área que parecía no querer robarle cinco minutos de su tiempo.

Además, las clases de defensa personal estaban a rebosar, por más que abrieran más horarios y sedes. Afortunadamente, Kai ya no se hacía cargo de impartirlas en ningún horario, pese a que le ofrecieron en repetidas ocasiones que volviera a abrir un horario para enseñar. Evidentemente, eran más los estudiantes que querían compartir espacio con él que los que realmente querían aprender algo. En cada campus de la universidad, desde la facultad de medicina hasta arquitectura, derecho o artes, había al menos un par de instructores del Alba Dorada. A algunos, como Nessa, les preocupaba un poco la injerencia del Alba Dorada en los asuntos de la universidad, pero las sospechas de que la organización estaba obteniendo licitaciones con los gobiernos estatales en todo el país se acrecentaban día a día, pese a no hacerse públicas aún.

— ¡Kai Rivera! ¡Kai, unas palabras! - Alzó la voz Ghandi, quien, por lo visto, colaboraba ocasionalmente con el periódico escolar (a su conveniencia).

Kai siguió de largo.

— ¡Kai! ¿Es verdad que Alba Dorada firmó un contrato con el gobierno estatal? ¡Necesitamos saber!

Quiso contestarle algo, tal vez groseramente, pero se guardó sus comentarios. No podía permitirse perder los estribos así como así, y siguió de largo, de vuelta a casa. Si Ghandi intentaba seguirlo hasta su puerta, tendría que solicitar una orden de alejamiento.

Seguía sin acostumbrarse a las cosas a su alrededor. Agentes de Alba Dorada patrullando en las calles, reemplazando poco a poco a los policías, absorbiendo a los más efectivos entre sus filas, realizando arrestos y multando personas que cometían faltas administrativas. Los estudiantes ebrios que salían de los bares de mala muerte en el centro ya no podían orinarse en la vía pública sin el miedo a que algún agente los pillara en el acto: tampoco sacaban bolsas de basura en horarios y días en los que no había recolección... la calidad de vida en Xalapa parecía mejorar lentamente.

Sin embargo, Kai sabía que no era tan sencillo como eso.

Mientras se preparaba de comer en la cocina de su piso, empezó a revisar los reportes diarios de Alba Dorada desde su móvil. Seguían arrestando criminales de poca monta a las afueras, entre ellos, varios con la chaqueta de los malasangres, alguno que otro con tatuajes de la Armada Carmesí. Casos aislados todavía, pero Kai no podía dejar de preocuparse. A un año del golpe de estado de Arze, las secuelas seguían manifestándose y con ellas, la culpa que sentía Kai por haberse marchado, ignorando deliberadamente las consecuencias.

Mei aún no llegaba. Kai se cambió la ropa y avanzó con sus deberes antes de salir a reunirse con Toph en algún local del centro de la ciudad.

La neblina empezó a manifestarse desde antes de que anocheciera: eran apenas las seis de la tarde y era difícil ver bien a más de diez metros por delante de sus narices. Kai rezó para sus adentros, suplicando que la sudadera que llevaba puesta fuera suficiente para mantener a raya el frío.

Llegó antes él que Toph.

Pidió un trago con sabor a frutas: le sirvieron un vaso de licor de caña con gusto a fresas. Vaya. Había olvidado lo que era ser un estudiante en Xalapa. Tenía ganas de pedir más, pero prefirió esperar a que llegara su amiga antes de embriagarse así como así.

Finalmente, llegó Toph y tomó asiento frente a él. Traía consigo un modesto bolso color rosa, que le indicó a Kai que ella también pasó a casa a arreglarse en lugar de llegar directo de la escuela.

— ¿Qué tal tu día? - Preguntó Kai, llamando al mesero con una mano arriba para pedirle más bebidas.

— Bien, creo - Musitó Toph - ¿Ya viste los reportes, no?

Claro que los había visto, pero de todos modos sacó el móvil de su bolsillo para revisar si algo más había ocurrido en las últimas dos horas, y así era. A las afueras de Xalapa, del otro lado de la Revo, en los cerros con casas en ruinas por culpa de la Armada Carmesí, había ocurrido una redada y cayeron más de siete malasangres con armas de fuego y más de veinte kilos de drogas sintéticas, además de medio millón de pesos.

— Ah, eso - Murmuró Kai - No reconozco a nadie, ¿tú sí?

Toph negó con la cabeza.

— No es eso, Kai. Desde que Alba Dorada empezó a darles caza a los malasangres dentro de la ciudad, la periferia se infestó de criminales. Los malasangres son solo una facción, pero parece haber más de tres células criminales disputándose el control de la periferia. Las Lunas de Jonsu, los Hijos de la Serpiente...

— ¿Desde cuándo hay gente que se hace llamar "Hijos de la Serpiente"?

— Te sorprendería, Kai.

Kai guardó silencio para que su amiga siguiera explicándole.

— Yo no tengo que participar en los patrullajes diarios, pero están cambiando los horarios casi a diario para que no sigan ningún patrón específico y los delincuentes no puedan predecir a qué hora pasarán los agentes - Comentó Toph - Y si a diario atrapan a algunos, pero siguen apareciendo, ¿cuántos más crees que haya?

— Es probable que la gran mayoría de los habitantes de la periferia tengan nexos con el crimen organizado - Dedujo Kai - Pero no podemos ir y arrestarlos a todos. ¿Aún no ha habido bajas civiles o entre los agentes?

Toph negó con la cabeza.

— Alba Dorada se volvió más intimidante contra el crimen organizado desde hace unos meses. Es un secreto a voces que hemos conseguido licitaciones con el gobierno y antes de que volvieras, los chicos del Apex Lupus hicieron un gran trabajo contra un par de grupos delictivos, ¿sabes?

— Sí... he oído bastante sobre ellos - Reconoció Kai - Quisiera practicar con alguno para tener una mejor idea sobre su nivel.

Toph negó con la cabeza al tiempo que entrecerraba los ojos, juzgándolo.

— También quería decirte algo... aparte de todo esto de Alba Dorada - Cambió de tema Toph, repentinamente apenada.

— ¿Uhm? - Balbuceó Kai, fondeándose un vaso entero con licor de caña.

— Lo de Adrián... me tardé mucho, pero estoy empezando a ir a terapia por todo eso. Tengo malos sueños muy seguido y...

— No tienes que darme explicaciones - La interrumpió Kai - Pero gracias por contarme algo tan importante para mí - Añadió, buscando las palabras correctas para su amiga mientras notaba que el alcohol empezaba a influir en su conducta - Tienes mi apoyo.

— Todos tenemos tu apoyo siempre, Kai - Sonrió Toph, casi amargamente - Empieza a pensar en ti mismo. No hiciste mal al darte un descanso, ¿sabes?

Kai suspiró. No tenía idea de cómo Toph había descubierto uno de sus pensamientos recurrentes, pero estaba agradecido de escuchar sus palabras.

Seguía sintiendo algo de culpa por dejar hasta el cuello de problemas a esta ciudad, pero sin duda alguna, mucho menos que antes.

Quizá era hora de que, como Toph, se centrara en sanar y dejar de lado sus pesadillas de una buena vez.

Literatura según KaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora