Ya se estaba volviendo costumbre ir al menos una vez por semestre: sin embargo, con cada viaje, aumentaba el número de pasajeros. En esta ocasión, ya era una van la que haría el viaje, en vez de uno de esos bonitos deportivos que tenían guardados en el estacionamiento de la Torre Alba Dorada.El viaje a Coatepec estaba programado para un viernes después de clases. Mei consiguió el permiso de sus padres, argumentando que era por trabajo (y parcialmente, al menos, no era mentira). Khanna, Ghandi y Toph irían también. Kai no conduciría, fiándose tan poco de sus reflejos al volante como de la promesa de que mañana amanecería con vida: no se le quitaba la neurosis, pero al menos, estaba más tranquilo que cuando empezó el curso.
El motivo oficial de este viaje era visitar al armero experimental que tenían en Coatepec, con el que fueron la vez pasada. Sin embargo, Khanna mencionó algo de reabastecerse de café y pronto, más cosas que no tenían nada que ver con la meta original se sumaron a la lista de pendientes.
Nessa no iría y, por extensión, tampoco Kalea. Ghandi, por otro lado, vio ahí una oportunidad para colarse y Kai no pudo dar una buena razón por la que no debería de ir. Kai tenía su lista de labores bastante bien definida, pues Sam, guardaespaldas de Nora Vera y uno de los primeros agentes de Alba Dorada, le había encargado traer consigo una lista muy específica de artilugios. Por lo visto, el armero en Coatepec podría quedarse con algo si no lo enlistaban, así que Kai sería muy minucioso a la hora de recibirlos.
Ghandi se ofreció a acompañarlo, aunque él intentó decir que con Toph sería suficiente compañía: al final, Mei y Khanna irían solas al tour comercial por el pueblo mágico, mientras que ellos tres cargarían las cajas con cosas que probablemente podían explotar en la van.
Tras despedirse de las chicas cerca de la plaza del pueblo, Toph condujo otro tramo hasta llegar a aquél sucio edificio con pintas de obra negra abandonada que era la casa y taller del armero. Por lo visto, aquél sujeto se negaba a limpiar la fachada de su propiedad, pero ya que estaban ahí, tendrían que entrar, por más que a Ghandi le pesara.
El interior, aunque grasiento y con una gruesa capa de humo en el techo, lucía mejor que el exterior. El armero, con una estrafalaria fila de objetos sobre sus mesas, los recibió lo mejor vestido que podía estar: con una playera blanca sin mangas y pantalones que en algún momento fueron color verde oscuro.
— Que hay, amiguitos - Saludó aquél hombre, resistiendo el irrefrenable impulso de rascarse la barriga.
— ¿Esta vez al menos están limpias? - Quiso saber Kai, observando aquellos prototipos que después se encargarían de refinar en la Ciudad Dorada, al lado de Angelópolis.
— Me aseguré de pasarles el trapo encima, je, je - Sonrió el armero.
— Entonces... ¿El gancho?
El armero señaló el primero de los encargos: una tradicional muñequera de Alba Dorada, pero su munición era un gancho de tres brazos, plegado para asemejarse a una bala. Cuando atravesara superficies frágiles, tales como plástico, madera, vidrio o carne humana, se abriría, con sus tres filosos brazos asiéndose al otro lado de la barrera que fuese a atravesar.
— Bien. ¿Tienes las granadas de colores?
Una caja repleta, etiquetada con pinceladas de pintura en cada división, le seguía al gancho en aquella mesa. Ghandi las observó y, sin pensarlo dos veces, decidió preguntar:
— ¿Hacen daño de verdad o solamente pintan todo de colores?
— Pues, tienen pólvora real dentro, si es lo que quieres saber - Sonrió el armero - Así que yo no abriría una aquí adentro, ¿sabes?
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Literatura según Kai
Teen FictionKai ha logrado marcharse de su pueblo natal para estudiar en la universidad que siempre ha querido. Ahora, quizás no tiene que preocuparse por un gran enemigo ni a una pandilla de asesinos, pero eso no significa que deba preocuparse menos por las co...