Interludio: Bomba de tiempo

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Ambos se encontraban en un café, en una de esas mesas alejadas de la entrada, en un rincón privado con tan sólo una lámpara ofreciéndoles luz tenue.

— Es extraño, ¿sabes? - Le contó Ezra a Kai - Soy un año menor que tú y sin embargo, estoy dirigiendo toda esta mierda allá en La Ciudad.

— ¿Ya es menos caótica que antes? - Preguntó su interlocutor, medio en broma, medio en serio.

Ezra negó con la cabeza.

— Antes era un gran enemigo. Visible. Tangible. Ahora, son muchas pandillas de poca monta, muchos criminales que aún no metemos en prisión y ex-miembros de Quincunce, Triunvirato y los malasangres.

— De eso te quería hablar. Tengo motivos para creer que los malasangres han estado merodeando los alrededores de Xalapa, ¿sabes?

Ezra asintió. Era preocupante cómo los malasangres habían estado emigrando de La Ciudad a estados vecinos desde el día del asedio. Él mismo terminó siendo nombrado Alba Prime después de ese horrible capítulo en la historia de La Ciudad, pero no planeaba volver a pasar por algo así jamás.

— Saucedo, sabes que no te lo pediría...

— Haremos lo posible.

Tras beber cada quien un sorbo de su propia taza de café, continuaron conversando, ahora de temas más triviales hasta que la charla volvió a caer en lugares turbios.

— Sobre Zeta...

Kai se estremeció: Zeta había estado detrás de al menos tres años de crimen organizado en La Ciudad, posiblemente más que eso. Ascendió como capo de la mafia local a muy temprana edad y tenía un sinfín de muertos en su haber. 

— ¿Qué con Zeta? - Quiso saber Kai, nervioso.

— Empezaron a ocurrir motines en la cárcel donde lo tenemos.

— ¿Han pensado en trasladarlo a los niveles inferiores de la Prisión vertical? - Cuestionó Kai.

— Debe ser una operación ultrasecreta y queremos asegurarnos de que todos los implicados sean de confianza. Copa Escarlata nos asistirá con eso. Vamos a trasladar a otros cuatro prisioneros junto a Zeta en vehículos blindados con la misma placa y número de serie. Idénticos.

— No había pensado en eso. Buena idea.

— Fue cosa de Amelia. Ella es realmente brillante: las pocas horas que trabaja con nosotros valen lo mucho que cobra.

Kai se acabó su taza de un sorbo. 

— Gracias por venir a hablar conmigo desde tan lejos. Sabes que siempre te veré como un hermanito, ¿no?

Ezra Saucedo sonrió afablemente tras beber el último sorbo de su café. Le había quedado aquél gracioso bigote de leche sobre los labios.

Ambos rieron y la pesadilla de Kai dejó de ser parte de sus pensamientos por primera vez en días. Era bueno volver a ver a Ezra.

Literatura según KaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora