A las diez y media, un camión blindado salió del estacionamiento de la torre Alba Dorada, repleto de agentes que habían decidido seguir a Ezra y a Kai en esta pelea. El grupo, aunque sin armas de fuego exceptuando a Sam, quien se les había unido como francotirador, rebosaba de muñequeras, cuchillos arrojadizos y todo tipo de herramientas que potencialmente hacían más daño de las balas, permanecía puertas adentro de la mole sobre ruedas, preparados para saltar a la primera provocación.
El conductor pudo observar las calles frente a él y a sus lados. El túnel que pasaba por debajo del parque Juárez estaba totalmente vacío: a excepción de ellos, las calles del centro se encontraban vacías, con la gente escondida en sus casas, presas del pánico. Ellos eran los únicos idiotas que decidieron lanzarse al peligro. Sin embargo, Kai no se arrepentía, deseoso de enfrentar a algunos malasangres, de abrirles un agujero en las frentes, de pasar por encima de sus cuerpos. Él...
Él no era así.
Los impulsos violentos estaban revolviéndose al interior de Kai, esperando al momento oportuno para desatarse. Ahí donde estaba, al fondo del compartimento de carga de aquél camión, los ojos de Kai escudriñaron a sus compañeros de armas en medio de la oscuridad. A su lado, se encontraba Ezra, al que hace un par de años designó como nuevo lugarteniente de Alba Dorada.
Ese chico... pese a haber enfrentado mil horrores a su corta edad, todavía podía darse el lujo de sonreír, pensó Kai. Ezra seguía siendo lindo y amable con todos. Muchos decían que eso algún día lo mataría, pero Kai no creía lo mismo. Kai creía que Ezra sería mil veces mejor que él, que sobreviviría a todo sin tener que pagar un alto precio en cada ocasión.
El camión se tambaleó un poco y, posteriormente, se abrió la cortinilla que separaba el compartimento en el que viajaban ellos, y en el que iban el conductor y su copiloto. Desde la parte de enfrente, Sam les indicó que ya podían bajar y, valga la novedad, no habían idiotas armados ahí afuera.
Tan pronto como se abrieron las puertas, todos los grupos se dirigieron a sus ubicaciones asignadas. Kai volteó a ver hacia el tejado de uno de los edificios aledaños al parque: varios agentes de Alba Dorada con sus propios rifles de francotiradores, permanecían de guardia ahí.
— ¿Dónde están los malasangres? - Preguntó uno de los chicos que venían con el grupo, aunque Kai no sabía su nombre.
— No se descuiden - Les recordó Kai - Quizá hay varios ocultos por ahí. ¡Los equipos del túnel, apresúrense! ¡Los del parque, estén listos para defender la parte baja! Nosotros los cubriremos.
Sin embargo, al escuchar el estruendo a sus espaldas, Kai se permitió voltear hacia el edificio en el que había varios locales comerciales y una cafetería: resopló al ver ahí a varios malasangres, ocultos bajo el amparo de las sombras, esperando desde el otro lado de la calle para atacarlos.
— Bien, es por eso que no estaban cuesta abajo - Adivinó tardíamente Kai, aunque cuando Alex, que se encontraba en el nivel inferior del parque encendió su comunicador, Kai se dio cuenta de que también estaban cuesta abajo, y a ambos lados, y bajo el túnel.
Decepcionado de sí mismo, hizo una breve pausa antes de gritar una advertencia a través del comunicador:
— ¡Es una trampa! ¡Busquen dónde cubrirse y resistan!
En cuanto vociferó esas órdenes, una marea de gritos rompió con el silencio del túnel: los pocos agentes que estaban por entrar, salieron a toda prisa mientras varias granadas y disparos se comieron el suelo en el que estaban pisando minutos antes. Kai buscó a su grupo, las Paraselene, y les indicó que se refugiaran en la parte superior del kiosco del parque, pues ahí tendrían un poco más de altura y herrería para cubrirles el cuerpo si les disparaban.
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Literatura según Kai
Roman pour AdolescentsKai ha logrado marcharse de su pueblo natal para estudiar en la universidad que siempre ha querido. Ahora, quizás no tiene que preocuparse por un gran enemigo ni a una pandilla de asesinos, pero eso no significa que deba preocuparse menos por las co...